Si no nos asumimos, no nos salvaremos

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En la Venezuela actual, donde se vive una aguda crisis económica, política y social, la mayoría de sus habitantes tiene dos opciones: o pensar mucho, o pensar muy poco.

Quienes piensan mucho, sufren, analizan con la mayor profundidad que pueden los escenarios actuales y futuros probables y se ennegrecen el ánimo, con apenas esperanzas de que se produzca alguna mejora. Se vuelven amargados y, si escriben, pueden llegar a producir blogs como este.

Quienes piensan poco y actúan más, se facilitan la vida. Ellos culpan por todo lo malo del país, o bien a algo llamado «chavismo», suerte de compendio imaginario de maleantes, narcotraficantes, villanos ultra-crueles, multimillonarios de la maldad. En eso llamado «chavismo» meten todo el lado oscuro de la fuerza, las huestes de Sauron, los mortífagos de Voldemort y el guantelete de Thanos. O bien, por otro lado, culpan por todo lo malo del país a algo llamado «Gobierno de Estados Unidos» y a sus «cómplices internos», es decir, políticos de la oposición y sus operadores empresariales y mediáticos, convirtiendo a esos malos en un gigantesco Goliat y a los «buenos» en un diminuto pero irreductible David revolucionario, en un Ásterix que no rompe un plato y cuyos errores no se deben a su incapacidad sino a los sabotajes de la Pax Romana, es decir, a la omnipresente injerencia norteamericana.

Eso les funciona a los «poco pensantes», les permite andar a paso firme en su mundo donde los malos siempre están allá, en el otro vecindario, lejos de su entorno personal, y los buenos están acá, justo al lado, siendo sus compinches, vecinos, camaradas, «su gente», buena, inmaculada, honesta, perfecta y luchadora.

Pero la realidad tarde o temprano busca la forma de recordar que ella está allí, quieras o no quieras reconocerla.

Cuando en cualquier calle de cualquier ciudad de Venezuela, los conductores, hombres mujeres, jóvenes, viejos, gente de dinero o pobres, se comen la luz o la flecha, le lanzan el carro o la motocicleta a los peatones obligándolos a correr para no ser arrollados. Cuando los peatones cruzan por cualquier parte y no por donde les corresponde, y muchos lo hacen con niños. Cuando encuentras que abunda gente que bota basura en la calle, vecinos que no cuidan las instalaciones y los espacios de su propia comunidad, impacientes que te agreden si no te apuras y siempre buscan el atajo para saltarse colas, normas, procedimientos, leyes y hasta el sentido común, todo con tal de no tener que pisar el freno del vehículo o esperar dos minutos más, personas que no reclaman, sino que insultan, y que no aceptan reclamos de ningún tipo.

Cuando encuentras todo eso, cuando lo vives, cuando lo reconoces, te das cuenta de que malos y buenos están allá y acá, en tu orilla y en la de enfrente, con tu mismo nivel socio económico y cultural o no, en tu urbanización y en la del otro lado de la ciudad, apoyando al mismo político que tu apoyas y adversándolo también.

Entre los pro-gobierno y los anti-gobierno hay: mafiosos, ladrones, narcotraficantes, pranes, irresponsables, negligentes, tramposos, maleantes, violentos o asesinos. Así como hay gente buena, obviamente.

Y entre los de a pie, los que no son funcionarios, ni activistas, ni practicantes de la política, estamos todos los demás, y en este grupo también hay malos y buenos, malhechores y honestos, responsables e irresponsables.

Mientras no asumamos eso, no nos asumamos como los causantes y eternizadores fundamentales de las malas prácticas que nos llevan a las crisis, pero también como los únicos con la capacidad y el deber de solucionarlo y remediarnos a nosotros mismos como sociedad. Mientras eso no suceda y no lo asumamos, y no nos arremanguemos la camisa para trabajar en transformarnos, no nos salvaremos.

Así de sencillo. Así de retador.

Venezuela: 12 años y seguimos igual

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Han pasado 12 años desde mi primer post en este blog (cuando lo albergaba bitácoras.com) y todavía en Venezuela la mayoría de sus habitantes hace y piensa las mismas cosas que hacía y pensaba en ese entonces. A saber:

  • Me como la luz del semáforo. No me importa cumplir la ley ni tampoco si pongo en riesgo a cualquier peatón o carro que se me atraviese. Soy más arrecho que el semáforo.
  • Me como la flecha. No me importa si con eso podría matar a un peatón, sea adulto, niño, mujer o anciano. No me importa. Lo que prevalece es mi apuro.
  • Acabo con las existencias de un producto para luego venderlo 10 veces más caro o más. En eso consiste hacer negocio. No me importa si produzco escasez o si me aprovecho de la necesidad de los demás. Lo único que importa es mi bolsillo, yo, yo y solo yo.
  • Boto basura en la calle y no recojo la caca de mi perro. No me importa que por allí yo o mi familia o mis vecinos puedan pasar y ensuciarse, ni tampoco el mal aspecto de la calle o lo insalubre que pueda volverse por los desechos. Que limpien y recojan los demás.
  • Hago fiestas ruidosas en casa o acelero mi moto o mi carro escandalosamente a cualquier hora de la noche. No me interesa si molesta a los vecinos. Lo importante es mostrar que máquinas tan arrechas tengo.
  • No cierro la puerta del edificio donde vivo, por seguridad, tampoco cuido el ascensor, ni las escaleras, ni los jardines. Que el lugar donde habito sea un chiquero inseguro no me es relevante, ni tampoco que personas enfermas o ancianas deban subir por las escaleras.
  • No me importa cumplir las promesas que hice en campaña política, lo único que me importa son los votos, ganar y conectarme con el negocio para enriquecerme más. Ayudar a la gente o arreglar problemas es cosa de curas pobres y de ingenieros pela bolas.
  • No le doy paso a nadie en la calle con mi carro o mi moto. Mi derecho a pasar está por encima de cualquier otro derecho de todos los demás.
  • Mi creencia política es la única válida e importante. No me interesan los que piensan distinto, salvo para humillarlos, agredirlos o tenerles lástima por brutos e ignorantes, eso sí, en forma pública para que se vea que soy moralmente superior.
  • Si puedo, no hago cola de ningún tipo, o me coleo o pago para que me coleen. Solos los pendejos hacen cola y si hay un embotellamiento pues me adelanto por el hombrillo o por el canal contrario. Mi tiempo es lo más importante que hay, incluso más importante que mi vida o la de los demás.
  • Me da demasiada flojera caminar unos metros hasta el rayado peatonal o cruzar por las pasarelas. Además pierdo tiempo. Es mejor arriesgar la vida y la de los demás cruzando por cualquier lado, saltando islas y esquivando carros. Si puedo llevar conmigo niños y enseñarles eso pues mejor todavía.
  • Los botones para llamar el ascensor o para activar el semáforo peatonal deben funcionar enseguida. El ascensor debe llegar de inmediato y la luz cambiar instantáneamente. De lo contrario hay que pulsar el botón hasta destruirlo. Esa es una ley de vida.
  • Funcionario honesto es funcionario muerto (o removido). Eso es ley. Por eso, como funcionario, prefiero sobrevivir, no importa si perjudico a alguien. La única persona que importa soy yo.
  • Cuando terminan las elecciones, sea que gane o pierda, no mando a recoger los afiches con los que forré los postes y paredes de la calle en mi campaña política. Total. Se ve hasta bonito que mi cara esté por todos lados hasta varias semanas después de las votaciones. Que eso lo limpien los resentidos.
  • Si soy la prensa soy intocable y dueño de la verdad. Si soy farándula soy un ejemplo a seguir y estoy obligado a escribir frases memorables y a opinar públicamente sobre todo, en particular sobre aquellas cosas que le agraden a mis patrocinadores.
  • Y así…

En resumen: cero cambio cultural…

…y sin cambio cultural, ningún cambio es posible.

El origen de las colas: la cruz estúpida

Además del abanico estúpido sobre el cual comenté previamente en este blog, otra de las causas de las grandes congestiones de tránsito en nuestra ciudad es lo que se podría llamar la “cruz estúpida”, la cual se presenta precisamente en los cruces o intersecciones. A continuación la explico gráficamente:

Paso 1: en la imagen los carros amarillos de las Calles 1 y 2 están detenidos o avanzando muy lentamente porque hay mucha cola. La Calle 1 tiene el semáforo en verde, sin embargo, el conductor del carro verde, consciente, decide no avanzar pese a tener “su semáforo” porque nota que si lo hace va a quedar atravesado en el cruce. El conductor del carro azul, la mayoría de las veces una o un VPI, comenzará a tocarle corneta desaforadamente al carro verde y le hará gestos con la mano. Frecuentemente bajará el vidrio y le gritará insultos de todo tipo al de adelante para que se mueva y se atraviese. Los que manejan los carros naranja de la Calle 1, todos VPI, sí se lanzan como locos hacia los carros amarillos detenidos y, por supuesto, quedan atravesados en pleno cruce sin poder moverse más que algunos milímetros.

Paso 2: cuando el semáforo cambia a verde para la Calle 2 entonces los conductores de los carros morados, todos VPI, se lanzan hacia adelante para encararse con los carros naranja los cuales apenas si se han medio movido. Eso lo hacen sabiendo además que los carros amarillos de su propia calle 2  TAMBIÉN ESTÁN DETENIDOS por la tranca que hay más arriba. No importa. Estos VPI agregan su grano de anarquía y desastre a la calle y también se quedan atravesados en pleno cruce trompa con trompa entre carros naranja y morados hasta que su semáforo vuelve a cambiar a rojo y el de la Calle 1 a verde y entonces el ciclo recomienza aunque con el agravante de que el del carro verde, quien originalmente no quería quedar atravesado, ahora si lanza su vehículo hacia adelante porque entiende que entre tanto VPI NINGUNO le dará paso sino “a lo macho” y entonces su intención de colaborar con el fluir del tránsito se desperdicia.

Ningún tipo de vehículo escapa a esta escena. La actitud de los conductores de los carros morados y naranjas es asumida por igual por los VPI que manejan Metrobuses, carcachas, camionetas de lujo, motocicletas, camiones blindados, patrullas, carros del ejército, taxis, particulares, etcétera y además esta escena se puede encontrar por igual en cualquier zona de la ciudad, desde la más humilde hasta la más pudiente y protagonizada indistintamente tanto por mujeres como por hombres de cualquier edad.

Lo VPI es cultural. No discrimina.

Las colas tampoco.

Con mi moto no te metas

Hagamos un ejercicio hipotético, supongamos que de pronto a todos nos quitaran los carros y nos dieran motocicletas. Seguramente a partir de ese momento todos comenzaríamos a comportarnos al manejar exactamente igual que los motorizados actuales. ¿No lo crees?

Analicemos.

¿Cuales son los vehículos que quedan la mayoría de las veces encima de los rayados peatonales? Respuesta: carros y motos

¿Quiénes quedan mal parados en los cruces al cambiar el semáforo por meterse aún sabiendo que van a quedar atravesados?  R: los carros (las motos se cuelan todas)

¿Quiénes son los que cornetean al carro de adelante para que se coma la luz o le pase por encima a algún peatón inconsciente que viene cruzando mal o a última hora? R: los carros (las motos ya se han ido comiéndose la luz y casi atropellando al peatón)

¿Cuáles vehículos son los que aceleran para no permitir que los otros no cambien de canal? R: los carros (las motos no varían su velocidad al circular)

¿Cuáles son los vehículos que son arrojados (tirados) por sus conductores hacia los peatones para que estos se apuren aún cuando vengan cruzando con su luz en un cruce compartido? R: carros y motos por igual (la ventaja es que la moto esquiva con mayor facilidad. Con el carro hay que pegar el brinco si uno va caminando)

¿En los municipios con aceras muy bajas o casi inexistentes cuáles son los vehículos que las ocupan estacionándose indebidamente? R: carros y motos.

¿Vehículos que se comen los flechados en cualquier vía de la ciudad? R: carros y motos.

¿Vehículos que chocan, se colean, se vuelcan, etcétera a diario en la ciudad? R: carros, camiones, autobuses y motos.

Etcétera, etcétera.

¿Y todavía no lo crees?

Las brujas

En mi oficina trabajan tres brujas que son excelentes ejemplares vivientes de esos y esas VPI que abundan en los lugares de trabajo. También hay un patán pero de él ya hablé antes por aquí mismo.

Las tres brujas tienen cada una sus características individuales pero al mismo tiempo comparten muchas premisas típicas de este tipo de personaje: hacen mal su trabajo o con desgano, se sienten menospreciadas (pese a hacer mal su trabajo), procuran trabajar lo menos posible y sacarse de encima la mayor cantidad de tareas que puedan, hablan mal de la empresa, de sus jefes y de sus compañeros aún cuando por la octava parte de lo que les han permitido hacer aquí las hubiesen botado y hasta puesto presas en otras empresas.

La bruja mayor alias “la sabia”: esta es la típica resentida empresarial. Saca a relucir sus sopotocientos años en el puesto y un supuesto título universitario tanto para pisotear a las empleadas nuevas como para justificar su rabia por no ser “reconocida” por la empresa. Maltrata a todo aquel que dependa de ella en el trabajo y se jacta de profundos conocimientos en todas las áreas (otra excusa para humillar frecuentemente a las lentas o las brutas, según su criterio). Adicionalmente es la más arrecha en todos sus cuentos y maltrata públicamente a su hijo y a su segundo esposo, pero es que incluso le contesta mal al dueño de la empresa. Se dice que no la botan porque le sabe “muchos secretos a los jefes” y porque le pagan mucho menos de lo que tendrían que pagarle a una recién graduada, más profesional y respetuosa.

La bruja chistosa alias “mala mamá”: esta es la típica viva criolla. Pedigüeña, chismosa, cizañera. Sufre de una verborragia incontrolable la cual excusa con aquello de que si no habla “le da mal aliento”. Hace su trabajo a paso de morrocoy y mal pues pasa la mayor parte del tiempo hablando por teléfono con sus comadres o sino en constante cháchara con las otras brujas haciendo chistes de doble sentido y riéndose estruendosamente. La burla es una de sus caras y la otra es la “pobrecita yo”. Deja de comprarle medicinas a su hijo y le rinde las compotas con agua pero eso sí, tiene celular nuevo cada año y acaba de adquirir un nuevo carro. Nunca sabe nada de lo que se pregunta y por ello logra endilgarle a los demás su trabajo entre chiste y chiste. Se comenta que tampoco la botan porque no es tan mala sangre como la bruja mayor y porque, igualmente, le pagan poco. Ahora tuvo una segunda hija lo cual implica que se hará todavía más “víctima” y rendirá al doble las compotas.

La bruja miss alias “la toche”: es la niña consentida de casa quien luego de ser ensalzada como la reina de un hogar viene a querer ser tratada igualmente en la oficina. Le dicen la miss por su forma de caminar, apretando las nalgas y levantando la barbilla mirando hacia abajo al resto de los mortales (aunque se enloda feliz con las bajezas de las otras brujas). Lleva un record casi perfecto de metidas de pata en la oficina y su curva de aprendizaje es más bien una recta plana. Reacciona con inmadura, más bien digamos que infantil violencia ante reclamos, correcciones o asignaciones de nuevos trabajos. Se nota a leguas que no quiere estar en la oficina sino meterse a comerciante pero sigue viniendo a su puesto, llegando y yéndose a cualquier hora. De las 52 semanas del año solo 10 asiste todos los días, el resto falta uno o dos días, por supuesto que preferiblemente lunes o viernes, tampoco es tan toche. Tiene unas 20 conversaciones telefónicas al día de las cuales la mitad son peleas. La razón por la cual no la botan continúa siendo un misterio y ha dado pie a montones de especulaciones de las cuales no haré eco aquí.

Obvio, son brujas. Nadie las puede tocar.

Gente impuntual, país impuntual

Hace poco fui a presentar un documento a una comisión de contrataciones de PDVSA. Me habían citado para las 7:20 am pero, como uno de sus miembros no llegaba, me recibieron fue a las 9 am, sin ninguna explicación de por medio. Eso es muy frecuente, lamentablemente, y por supuesto que no importan los gastos de traslado y hotel que implica movilizarse desde Caracas para estar en cualquier ciudad del interior a las 7 am ni tampoco el hambre mayúscula que tuve que pasar por no tener ni chance de desayunar para poder estar frente al puerta de dicha comisión a la hora pautada.

Y es que si ellos se atrasan no pasa mayor cosa pero si uno llega tarde entonces quedas fuera de la contratación, se desprestigia tu empresa, se tiene que reiniciar el proceso, etcétera. Pero lo fundamental es que entonces quien sale perdiendo es uno y no “la comisión”.

Sucede igual con las aerolíneas, como todos sabemos, si no llegas la una, dos o tres horas antes para hacer el chequeo pues toman tu reservación y se limpian el mostrador para pasárselo a otro pasajero… pero si el avión se atrasa una, dos o tres horas pues a usted no le queda de otra que aguantarse. A lo sumo te dan un ticket luego de tener que formar un largo zaperoco para eso. Te lo entregan con cara de que eres un muerto de hambre y su valor suele ser la centésima parte de todo lo que pierdes por no salir en tu vuelo a tiempo. Pero no importa: la gente no va a dejar de usar la aerolínea por eso, no hay alternativa.

Un país de gente impuntual es un país impuntual.  Los VPI, obviamente, son practicantes furibundos de la impuntualidad, su tiempo es el que importa y los demás pues que se esperen. Así en todo nivel en toda estructura en nuestra sociedad.

Los bancos te hacen esperar el tiempo que les dé la gana, las oficinas de atención al público o al proveedor en general, sean públicas o privadas, se complacen de verte formando filas de madrugados para lograr hacer la diligencia tres horas después de lo que te tocaba. El tipo que va a arreglarte la nevera en tu casa para ganarse en directo los reales que le vas a pagar pues dice que llega a las 8 am y termina apareciendo a golpe de 2 pm sin apuro y sin protesto.

La impuntualidad se transmite también como un virus hacia las decisiones, hacia las acciones, hacia los trabajos de mantenimiento, hacia al quehacer total de un país.

Gente impuntual, país impuntual, sin ninguna duda y, una vez más, la solución está en nuestras manos…

… y en nuestros relojes.

Los VPI y sus hijos: otro ejemplo

Con frecuencia encontramos gente en la calle sorprendida por los niveles de violencia, anarquía y suciedad que hay en la ciudad. Muchas personas culpan al presidente de turno, al gobierno, a los fiscales, a los extranjeros, a la televisión, al alcohol y a un largo etcétera de culpables en segundas o terceras personas, pero rara vez encontramos gene asumiendo su propio altísimo grado de responsabilidad en las patologías conductuales que cotidianamente sufrimos todos.

La principal escuela del VPI son sus propios padres y madres. El mal ejemplo de papá y mamá se transmite directamente y sin interferencias a sus hijos: si actúan como VPI los mayores también lo harán los niños. Lo he comentado en esta misma página varias veces y hoy traigo el ejemplo más reciente apoyándome en dos fotos.

En la primera imagen vemos a un conjunto de señoras cruzando frente a la Policlínica Metropolitana en Caracas justo por donde no hay rayado peatonal. El detalle en primer lugar es que se expongan a ser molidas por cualquiera de los carros que pasan constantemente por allí a altas velocidades (como la camioneta vinotinto cuya punta se ve a mano derecha e iba a millón) ya que el cruce está hecho para que siempre pasen carros por eso por allí no hay rayado peatonal. Lo peor del asunto es realizar ese cruce inconsciente y absurdo llevando de la mano a un niño, presumiblemente el hijo de una de ellas, quien está aprendiendo exactamente lo peor que se puede hacer al cruzar las calles de la ciudad.

En esta segunda imagen se señala con un círculo rojo el sitio por donde cruzaron (y cruzan) las señoras de este ejemplo y cruza también muchísima gente todos los días. Con las flechas verdes se indican los dos rayados peatonales, protegidos por semáforos, por donde estas señoras podrían haber cruzado con tan sólo caminar unos metros más evitando todo peligro.

Esos pocos metros son la diferencia entre arriesgarse a morir o quedar lesionado de por vida. Esos pocos metros también son la diferencia entre un potencial VPI todavía niño y un futuro adulto con una sana conducta ciudadana que multiplique el buen ejemplo.

Todo está en nuestras manos… y en nuestros pies.

El milagro al revés de los VPI

“Un pueblo se preparaba para su gran fiesta anual y el alcalde, con el fin de llamar a la solidaridad y a la unión, colocó un gigantesco barril en el medio de la plaza, convocó a todos los habitantes del pueblo y les explicó que para las fiestas que se realizarían dentro de un mes él les pedía una colaboración a todos:

– Para tener bebida para la fiesta, todas y cada una de las familias que viven en nuestro pueblo deberán verter en este gran barril una botella de vino. Cuando quieran y cuando puedan. Así todos tendremos para beber en nuestra celebración.

Transcurrieron los días mientras seguían los preparativos y la gente curiosa se acercaba a tocar al barril y encontraba que en efecto el mismo estaba cada vez más lleno con el pequeño aporte de cada familia.

El día de la fiesta bien temprano el alcalde se acercó a la plaza para inaugurar la fiesta y comenzar a distribuir el vino. Se acercó al barril, colocó un vaso y abrió la llave. Cuando terminó de llenar el vaso y lo llevó a la boca descubrió que era agua. ¡Todo el inmenso barril estaba lleno de agua!

Acto seguido comenzaron a preguntar a los habitantes del pueblo a ver qué había sucedido y resultó ser que cada familia, queriendo guardárselo para su propio consumo, en lugar de vino decidió echar agua. “Al fin y al cabo”, pensaron, “por una botella de agua no se va a dañar todo el vino que van a echar los demás

El problema es que todos pensaron igual y solamente fue agua lo que llenó el gran barril dejando la fiesta sin  el vino comunitario.

Los habitantes de aquel pueblo hicieron el milagro de las Bodas de Caná pero al revés, en lugar de convertir el agua en vino, trocaron el vino por agua.

Así mismo ocurre con cada uno de nosotros, con el pequeño aporte de una “botella” de responsabilidad, alegría, amor, dedicación, solidaridad… podemos llenar el gran barril de la vida del cual beber, todos, los buenos resultados. Mientras pensemos que por echar un poquito de agua no vamos a dañar el vino del barril seguiremos estando equivocados y perjudicando la fiesta. Seguiremos haciendo el milagro al revés”

Tal como lo hacen día a día nuestros VPI

Tomado de la homilía del  28/12/10. Iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes

Imagen de Dreamstime

Personajes del cruce sin semáforo

No hay mejor situación para presenciar la patología de nuestros VPI que aquella que se produce en un cruce de calles donde uno o los dos semáforos estén dañados. Lo que se ve allí es la muestra más palpable de nuestra profunda patología social. Los personajes VPI más comunes que encontramos con su peor actitud en esas circunstancias son:

El comeluz: toca corneta como un energúmeno, insulta y manotea al carro que vaya adelante si a este se le ocurre medio frenar antes del cruce. Si el semáforo está intermitente entonces prácticamente trata de pasarle por encima a los carros que estén adelante, todo con la excusa de que “el semáforo está dañado”, lo cual, para la mentalidad del VPI significa que tiene paso franco y ¡ay de quien se le atraviese! Si por el contrario el semáforo simplemente no cambia entonces el energúmeno comeluz alcanza extremos rayanos en la psicosis total.

El “achantao”: pocas veces hemos nombrado aquí a aquellos VPI quienes al contrario de los enfermos de “apuro estúpido” sufren de una dolencia crónica llamada “lentitud chocante”. Son ellos quienes van a 10 Km/h por el canal rápido o quienes, sin son peatones, caminan tan lento que casi pareciera que van para atrás, se detienen en todo el medio o doblan a un lado o al otro sin ver si viene alguien caminando o no e ignorando cualquier tropezón que produzcan por ello. El “achantao” se regodea en los cruces con semáforo dañado haciendo rabiar a los muy apurados comeluz y a cualquier otro conductor marchando aún más lento de lo que es normal para ellos.

El peatón envalentonado: este peatón VPI, quien normalmente cruza la calle por donde sea, así cargue con dos niños, un bebé, dos bolsas de supermercado y se encuentre hablando por el celular, al encontrarse con un cruce con semáforo dañado pues se vuelve un verdadero Tarzán-Iron Man invencible quien encuentra en ese momento la perfecta excusa para cruzar de la forma más irresponsable que se le ocurra pues “el semáforo está dañado” y “sino los carros no te dejan pasar” (lo cual no deja de ser hasta cierto punto verdad)

De los motorizados ni hablar, en esos cruces parecen saetas insultantes…pero bueno, lamentablemente la mayoría de ellos parecen saetas insultantes y agresivas en cualquier cruce, esté o no dañado el semáforo.

Póngase en uno de esos cruces cuando tenga oportunidad y podrá atestiguar sin ningún problema la aparición de estos cotidianos personajes VPI. Siéntese al lado de los fiscales de tránsito quienes normalmente hacen lo que usted va a hacer: observar tranquilamente todo lo que pasa sin hacer nada.

Sacerdotes VPI

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Tengo algún tiempo escuchando a la iglesia católica quejándose porque pierde feligreses todos los días, lo cual, me imagino, ocurre por una suma de factores entre los cuales debe estar la dificultad de vender dogmas y actos de fe en este mundo de hoy tan investigable por vía de la Internet con sus Googles y sus YouTubes, por nombrar sólo dos. Hoy en día lo dogmático ha pasado de moda y a menos que se mercadee de una manera novedosa y grata lo que saldrá de los templos cristianos serán legiones.

Pensando más localmente existen ciertos personajes que aportan un importante granito de arena para que se produzca esa “estampida huidiza” de creyentes: se trata de los Curas VPI.

Lo ilustro con dos ejemplos/anécdotas con nombre y apellido:

– El cura Reynerio Lebroc de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de La California (Caracas) durante los bautizos en la iglesia donde trabaja suele regañar a los niños y a sus padres debido al “ruido” de los llantos infantiles (para él no aplica aquello de “dejad que los niños vengan a mi” sino lo de “dejad que vengan pero cállenlos”). En un bautizo en particular al cual asistí, en lugar de explicar el hermoso significado de ese sacramento, este sacerdote se dedicó a criticar la poca limosna recogida durante la misa y a fustigar a los padres asistentes por tacaños. Él suele utilizar los espacios religiosos para exponer sus ideas políticas las cuales suelen pecar de extremistas.

– El cura Luis González de la Parroquia Chacao el pasado 7 de octubre de 2009 recibió para la misa de las 6 pm una solicitud en persona del director de la Coral Juventudes Culturales de la UCV (Luis Eduardo Galián) para interpretar en su templo varios temas de la “Misa Criolla venezolana”, una hermosa obra del compositor Humberto Sagredo, la cual utiliza ritmos venezolanos para decir con música todos los textos de la misa, sin embargo, este cura se negó de plano argumentando que eso era “poco serio” y que seguramente sería un “relajo” irrespetuoso para con la liturgia el canto de géneros venezolanos con tambor y cuatro.

Lo que este cura ignora es que esa obra ha sido interpretada en Misas para la Virgen de la  Rosa Mística y en el acto de beatificación de la Madre María de San José, todas conducidas nada y nada menos que por el mismísimo Cardenal Jorge Urosa Savino, es decir, el cura Luis González de Chacao se considera con mayor autoridad moral que el máximo representante de la Iglesia en Venezuela para descalificar la obra de Sagredo.

Finalmente permitió a regañadientes interpretar algunos temas de la Misa Criolla y obligó al director de la Coral a interpretar algunas partes de la Misa Breve del compositor Antonio Lotti en latín para que sonara “un poco más serio”. No permitió que la Coral diera un concierto al final de la misa en el cual mostraría a los habitantes de Chacao parte del repertorio a ser llevado en representación de Venezuela al Festival Internacional de Coros a celebrarse en Buga, Colombia entre el 15 y el 18 de octubre de 2009. Para ello el cura mandó a apagar las luces de la iglesia apenas terminada la misa y se negó a volver a hablar con nadie de la Coral.

¿No es justificable que muchos prefieran alejarse de la iglesia aún sin dejar de ser creyentes gracias a estas actitudes de algunos sacerdotes? ¿Los curas se olvidarán de que la gente va a escucharles hablar de la palabra y significados de Dios y no de las suyas propias tan subjetivas y parcializadas como las de cualquier mortal? ¿No es incongruente prohibir la alegría y la belleza de la música en un acto de reafirmación y unión cristiana?

 Kyrie eleison