Ahora que estamos en esta nueva coyuntura política en Venezuela de decidir la aprobación o no de una reforma a nuestra constitución aparecen de nuevo las campañas, las propagandas, los discursos, las movilizaciones, las opiniones, eventos todos que colocan la solución o no de la problemática del país en un documento, en 69 artículos, unos polémicos, otros ambiguos y otros muy positivos objetivamente hablando y en la instrumentación y ejecución de los mismos por parte del gobierno.
Sigo pensando que mientras la gran mayoría de los venezolanos se comporte como VPI queriendo en casi todo ámbito ser el más arrecho sin importarle la existencia de los demás (a menos que le convenga para lucirse sobre ellos o para pisotearle su dignidad o su derecho) y queriendo que las cosas se den de inmediato y con el mínimo esfuerzo, podrán pasar mil reformas y mil procesos electorales sin que nuestros problemas estructurales se solucionen.
Mientras aquí la mayoría de la gente no respete las mínimas normas de convivencia ciudadana, se siga comiendo alegremente flechas y luces, siga cruzando la calle donde le dé la gana, no le dé paso a otros carros ni a otros peatones, arroje basura en la calle, fume cerca de personas que no fuman sin su permiso, irrespete cualquier tipo de autoridad, se quiera saltar las colas, robe aunque sea un clip si le dan la oportunidad, tome alcohol descontroladamente para luego tomar un volante, abuse de los vecinos con ruido o con malas conductas, etcétera, aquí no va a haber ninguna reforma que funcione. De los pequeños delitos se llega a los grandes delitos. Tendrían que reformarse primero culturalmente, mentalmente, estructuralmente como individuos para desactivar esas bombas personales que los hace considerarse enemigos unos de otros, sospechar constantemente unos de otros, agredirse unos a otros y querer ser más arrechos siempre, aún a costa de la propia salud y la de los demás.
Lo político es una excusa, son pocos quienes tienen una ideología profundamente arraigada en su espíritu en base a la cual actúan día a día. La mayoría se queda en la superficie. Es como esa gente que va a la iglesia todos los domingos y reza y comulga para luego salir a chismear, a lanzarle el carro encima a todo el mundo, a desentenderse de los demás.
La excusa de la lucha política sirve para una vez tomar una trinchera desde la cual se pueda demostrar de alguna manera que se es el más arrecho. Se utilizan entonces los símbolos de poder o de estatus: una franela negra con siete estrellas o una mano blanca, una franela roja con la cara del Che o el nombre de alguna misión, no para simbolizar la convicción de la posición política que se tiene sino fundamentalmente para PRO-VO-CAR, para luego andar mirando por la calle a los demás a ver quien lo mira mal, para esperar en cualquier momento que alguien haga o diga algo para iniciar el enfrentamiento, es el equivalente a quien anda por allí hablando a gritos en contra o a favor del gobierno para ver quien se engancha y le responde.
La problemática es más profunda aún, la solución también, pero mientras tanto siguen pasando los días y se sigue mal gastando energía en colocar siempre la solución fuera de nosotros mismos, allá donde nuestra conciencia y nuestras manos no tiene la responsabilidad de hacer algo cierto.
(Imagen tomada de Istockphoto)