Los infalibles

Recuerdo hace varios años haciendo un taller de mejoramiento personal, el instructor colocó en el medio del salón a una persona, en un intenso ejercicio, y le preguntó, cubriéndole los ojos y haciéndola girar, “¿Dime, donde puedes encontrar la solución a tus problemas?”. Desde afuera los asistentes al taller nos removíamos inquietos, varios comenzaron a repetir la respuesta suavemente: “dentro de ti, dentro de ti”, otros se reían porque la persona no se daba cuenta de lo obvio del ejercicio, obvio para quienes estábamos en el corro. Entonces el instructor le dijo una frase fundamental a la persona: “no te preocupes por ellos que se burlan o quieren contestar por ti, si cualquiera de ellos estuviera adonde estás tú ahora, tampoco sabrían la respuesta

Son los infalibles, esos VPI que critican el accionar del otro, sobre todo cuando falla, sin considerar lo que sería ponerse en los zapatos del criticado ni por un momento.

Por años he escuchado a comunicadores sociales fustigar duramente a deportistas porque en algún momento del juego toman una decisión errada, chutan mal, pierden la pelota, hacen un mal pase o un mal tiro, y siempre me he preguntado ¿y qué haría este narrador enfluxado y cómodo en el aire acondicionado de una cabina si fuera él quien estuviera en el campo de juego sudado, cansado, presionado, golpeado y con la responsabilidad de anotar el gol, hacer el out, batear el jonrón o hacer la asistencia?

Ellos se escudan en la manoseada excusa de que para eso esos deportistas “son profesionales”, como si ser profesional fuera sinónimo de ser robot y de perder la condición de ser humano.

Lo mismo se traslada a otros ámbitos de la vida, por supuesto, la infalibilidad del criticón o de la criticona aplica para cualquier aspecto de la cotidianidad.

Ser crítico o crítica de eventos, personas o decisiones es diferente a practicar la criticadera sin sentido y sin objetivo. Hay una delgada frontera entre ambos casos.

Son grandes criticados muchos de los participantes del programa “Quien quiere ser millonario” que mencioné en el artículo anterior, pero son ellos, los participantes, quienes se enfrentan a la presión del “chalequeo”, de las cámaras y de las preguntas y terminan yéndose a sus casa con dinero en el bolsillo, cosa que ninguno de los criticones hace. También es un gran criticado por ejemplo el pelotero Oswaldo Guillén, sobre todo por su lengua suelta, pero indudablemente en beisbol es una autoridad. Sus 700 victorias como mánager callan muchas bocas críticas. Y en el aspecto político mucho se criticó y critica a la Ministra para el Servicio Penitenciario, Iris Varela, por su decisión de desalojar y eliminar el Retén de La Planta. Se enfrentó, principalmente vía negociación, a una población penal cuyo arsenal escapa a la imaginación de cualquiera y logró trasladar a todos los presos hacia otras prisiones fuera de Caracas sin tener que apelar a una masacre ni a una larga guerra de desgaste mediático con demasiado costo político. Prometió y cumplió aun cuando le quede tanta tarea por hacer para arreglar el terriblemente corrompido sistema de cárceles en Venezuela.

Como dicen en maracucho: “¡Hacelo vos pues!”. Que cualquier de los criticones de estos personajes logre lo que ellos han logrado pues.

Los VPI infalibles no hacen o hacen muy poco, lo suyo es criticar sabiendo que nunca se pondrán en los zapatos del otro o de la otra.

Las burlas del VPI

Ya escribí previamente sobre la burla aquí y la resalté como una de las herramientas del VPI para reafirmar su patológica necesidad de sentirse “el más arrecho” o “la más arrecha” del rebaño.

En el intercambio diario con VPI uno puede encontrar constantes alusiones burlistas, la mayoría de las cuales consisten en insultos disfrazados de risas.

El conocido caso de Alicia Machado, quien habló públicamente de “las dos chinas” puso a un montón de personas a burlarse de ella calificándola de bruta, burra, imbécil, idiota, etcétera. Fue interesante tener que explicar largo y tendido a varios VPI la diferencia conceptual que existe entre la ignorancia y la imbecilidad. Lo de Alicia fue ignorancia, incluso hay quienes dicen que fue simple confusión. Los burlistas sin embargo se mantuvieron firmes con sus epítetos, demostrando así que eran (son) más brutos que la misma ex Miss Universo.

Que no lo sepas no quiere decir que seas idiota, sólo significa que ignoras. Algo fácilmente solucionable con lectura e investigación. Que te empeñes en ignorar los significados y las sutilezas del lenguaje y además prefieras utilizarlo como herramienta de agresión sí te convierte en un o una imbécil además orgulloso de tus burradas. Suena duro pero es muy simple.

La polémica desatada por el video “Caracas, ciudad de despedidas” trajo consigo otro montón de insultos y vejaciones para los muchachos y muchachas que aparecen allí dando opiniones personales sobre su visión de la ciudad y el país. Más allá de lo desatinado o no de sus posturas, lo verdaderamente importante es el significado de lo que representan: el desarraigo y la falta de identidad de un grupo de adolescentes. Tanto criticaron lo mal que estaba el país que me quedó la duda: ¿cumplirán ellos rigurosamente las leyes de tránsito, respetarán semáforos y flechas, no botarán basura en la calle, no fumarán en lugares indebidos, no serán también ellos a su vez burlistas empedernidos, no serán también VPI pues?

Si algo no tiene el VPI es coherencia, generalmente lo que reclama y ataca en los demás no es precisamente lo que más observa en sus conductas diarias.

Pastor Maldonado, figura deportiva famosa por competir en la Fórmula 1, por demostrar simpatía por el gobierno venezolano actual y por ser patrocinado por el Estado, sufrió mucho tiempo lo que vive cualquier deportista o atleta en su trayectoria: las derrotas. En su camino a mejorar y aprender, este muchacho se retiró de carreras, chocó, etcétera. Eso motivó a los sempiternos burlistas VPI a ensañarse contra él, principalmente por el ingrediente político: atacarlo y burlarse de él era una forma indirecta de demostrar ser un arrecho (o una arrecha) antichavista.

Los burlistas se clasifican en dos categorías: los que atacan a quien se destaca para ocultar su propia mediocridad o los que atacan al distinto para ocultar su miedo o la vergüenza de sí mismo. Así recordamos el nefasto remoquete de “cerebrito” (“nerds” en inglés deformado a “nerdo” en universidades como la USB)  utilizado regularmente para descalificar a través de la chanza e incluso el rechazo social a quienes en colegios o universidades dedican la mayor parte de su tiempo al estudio dejando poco margen para las actividades recreativas. La burla es contra quien quiere aprender más y ser mejor.

Maldonado logró, luego de su largo y natural proceso de ensayo y error, su primera victoria contundente e incontestable. El premio al esfuerzo y el aprendizaje. El Gran Premio de España. Con ello este joven deportista calló las voces de muchos VPI, incluyendo la de famosos burlistas como Luis Chataing y Carlos Sicilia quienes desde sus cómodas sillas frente a micrófonos o cámaras han hecho chistes (generalmente malos) sobre los tropiezos de Maldonado enseñando así a generaciones de VPI en formación esa práctica.

Los domingos el programa franquicia de Sony “¿Quién quiere ser millonario?” es transmitido en TV de señal abierta en Venezuela y durante la casi una hora que dura su emisión se produce un fenómeno masivo gracias al Twitter el cual consiste en comentar públicamente lo que allí sucede. Mucha gente simplemente responde las preguntas o hace chistes con las respuestas pero existe otro grupo grande de personas que la emprenden contra los concursantes, se burlan de su ignorancia como si fuera su inteligencia pero también lo hacen del aspecto físico. Escriben insultos en forma de chistes sobre la “gordita”, el “gay”, la “dientona” y en la emisión más reciente se burlaron del aspecto y de la forma de hablar de Daniel Ávila, un joven abogado a quien a kilómetros se le nota que tiene impedimentos psicomotrices.

El chiste sobre el otro o la otra siempre transita una delgada línea entre la burla malintencionada (VPI) y lo sanamente gracioso. Mofarse de la enfermedad y sus consecuencias es prueba de la terrible falta de valores que aqueja a los VPI desde hace demasiado tiempo. La mofa la justifican con el tema político o con la conocida frase “es echando vaina”, pero en el fondo la inhumanidad es notoria.

Burlarse de la ignorancia, reírse del aprendizaje o la mística, denigrar al enfermo o al distinto. Claves en la mente VPI cuyas acciones azotan diariamente nuestra sociedad.

La imagen es de El Blog de Guada