Los “Comecolas”

Esta semana santa 2011 nuevamente pude observar los famosos VPI “Comecolas” en la ida y en la venida Caracas – Cumaná – Caracas.

“Comerse la cola” consiste básicamente en adelantar por el canal contrario en una doble vía a todos los carros que están detenidos por una tranca hasta que viene un carro de frente y entonces el infractor se mete nuevamente a su canal, forcejeando a lo bravo para meterse entre dos de los carros detenidos por el congestionamiento. A veces se mantienen en una especie de canal central rozando los carros de la cola y obligando al carro contrario a pegarse a su borde derecho, otras veces, las más enfermas, terminan por formar tres o cuatro canales de ida contra uno (estrecho) de venida.

Esta práctica es una de las más conocidas y viejas en nuestro país y se suele hacer notar mucho en las temporadas vacacionales altas como carnaval y semana santa debido a la altísima movilización vehicular y por lo tanto la mayor proliferación de colas, trancas y atascos. Recuerdo haber visto VPI haciendo esto desde que tengo memoria viajera, por allá por los años 80.

Por supuesto que el efecto en las colas de este comportamiento estúpido de los VPI es el de hacer MÁS LARGA la cola y también provocar mayores roces e incomodidades al resto de los conductores quienes ya de por si la están pasando mal detenidos en la vía.  Este fenómeno lo expliqué anteriormente aquí.

Por supuesto siempre la acusación sobre la responsabilidad de dichas colas apunta a las autoridades del momento, al estado de la vía, etcétera. Pero ya está más que demostrado que una buena tajada en esa torta de responsables la llevan los propios conductores irrespetuosos quienes apenas se ven delante de una larga fila de carros comienzan a sentir picazón en todo el cuerpo para adelantar a todos los “pendejos, según ellos, que procuran comportarse como personas y no como animales.

¿De quién es que es la culpa?

El Metro de todos

Son conocidos los problemas que confronta el Metro de Caracas desde hace varios años (y no desde que existen herramientas como twitter para que se pueda hacer más bulla sobre el tema), sin embargo, tal como ocurre con todos los problemas de la ciudad, las incomodidades del Metro y su deterioro también son responsabilidad de ambas partes: la empresa y los usuarios.

Esta semana el tren se detuvo en la estación de Los Dos Caminos justo frente a la escalera fija del andén, en eso un joven que venía con otras dos personas bajando por las escaleras llegó hasta el vagón y como sonó el timbre de cierre de puertas y todavía las otras dos personas no habían llegado pues le puso el pie a la puerta para que no pudiera cerrarse. Es decir, detuvo todo un tren lleno de gente para que entraran sus dos amigas.

¿Cuánta gente no hará lo mismo constantemente en todas las estaciones?

¿Cuántos atrasos no se deberán a los pies de los que esperan por otros?

A eso se suman los VPI que obstaculizan las puertas con sus cuerpos, tanto los que están adentro como los que quieren salir, los que comen o beben dentro de los trenes y las estaciones, los que ponen música a todo volumen de sus celulares, etcétera.

Como con casi todos nuestros problemas, el resultado es la suma de muchas pequeñas acciones de cada uno de los habitantes de la ciudad. De decisiones personalísimas de seguir o no las reglas, las normas, incluso el sentido común. Si usted ve tres personas adultas sentadas en una silla del Metro destinada a sólo dos personas pues entiende que eso no es sino el resultado de una cultura de auto agresión, de descuido, de insolidaridad. Una cultura formada y fomentada por décadas y que es justamente la que precisa de un largo proceso de transformación para lograr, realmente, un nuevo ser humano, una nueva mentalidad, una nueva forma de convivir.

El Metro (su administración y sus usuarios) es apenas uno de los síntomas de la patología conductual de este país.

La crisis eléctrica y los sauditas

Durante los picos de la crisis eléctrica del año 2010 comenté en las llamadas redes sociales y blogs que las causas de los racionamientos de luz eran tres: 1) mala o nula gestión del Estado venezolano, es decir de todos sus gobiernos incluyendo el actual, para garantizar el suministro del fluido eléctrico incluso en condiciones climáticas adversas. 2) Las condiciones climáticas particularmente adversas que se presentaron ese año. 3) El derroche de luz y agua habitual en la mayoría de los venezolanos, sobre todo los VPI.

Luego de exponer esa opinión recibí distintos grados de respuestas, unos me insultaban y me tildaron de chavista (lo usual hoy en día cuando la gente no acepta los desacuerdos aunque sea por el color del sofá de la sala), por no echarle todo el carro de la historia del sistema eléctrico venezolano al gobierno de 11 años de Chávez. Otros llegaron a negar la existencia del fenómeno climático de El Niño, aún cuando este y otros fenómenos similares hayan arrasado con inundaciones, sequías, nevadas o incendios poblaciones en casi todos los países del mundo en algún momento del año. Me decían que eso era “un cuento chino” para tapar las carencias del gobierno. Otros me dijeron que “¡que carrizo vamos a ahorrar luz o agua si nunca hay!”, a lo que respondí que JUSTAMENTE en la escasez es cuando más se debe ahorrar… pero creo que igual no me entendió la explicación. No sé si sería VPI o no pero es de ellos la costumbre de cegarse ante cualquier contradicción cuando se encuentran enfurruñados.

Luego de pasada la crisis de la sequía vino la de la lluvia que entonces casi nos ahogó a un gentío (para quien no creyó en Niños ni sequías seguramente las lluvias que lo mojaron todos los días en esos meses han de haberle parecido efectos especiales gobierneros) pero el tema es que desde entonces se ha olvidado muy rápidamente  la tercera causa,  la tercera pata de la que cojeamos eléctricamente, y hoy en día se vuelve a malgastar, a tubos y cables llenos, agua y luz. Se sigue derrochando como sauditas.

Es cultural nuestro proceso reactivo como país ante las crisis, se prefiere que sean “las autoridades competentes” las que carguen con toda la responsabilidad de los apagones sin sacar mucho la cuenta de cuantos kilovatios y litros de agua son desperdiciados personalmente cada minuto sin ser usados en luces prendidas, tuberías rotas, botes de agua en pocetas o duchas, cargadores conectados sin estar cargando nada, PC o Televisores prendidos sin que nadie los vea, etcétera.

En la escasez debe haber conciencia de ahorro para paliar la emergencia, pero en la abundancia, como la que bendice nuestro país con recursos hídricos, también debe haber conciencia de ahorro para que la emergencia, por lo menos si está en nuestras millones de manos hacerlo, no llegué nunca, no llegue tan pronto o no llegue tan fuerte.

Obviamente también está en nuestras manos reclamar eficientemente a este o a cada gobierno que venga, para que invierta bien los recursos (nuestros recursos) para que el viejo elefante blanco del Estado sea en verdad un papá protector y no un viejo borracho de dinero y poder e irresponsable como normalmente lo ha sido.