Una de las causas de nuestra pintoresca incultura de convivencia urbana es que el venezolano y en particular el VPI, tienen un pensamiento lineal. Su estructura mental trabaja en línea, no en ángulos ni en circunferencias.
Puede ser que haga triángulos isósceles imaginarios perfectos con un GPS mental para jugar a las bolas criollas o que saque unas cuentas imposibles para una calculadora híper científica para decidir si tranca o no un juego de dominó, pero para el resto de su vida diaria la cosa no pasa de ser una línea recta conductual la cual, libre Dios de ser truncada por algún distraído carro o peatón.
Observe a un peatón que debe cruzar una avenida con mucho tránsito para llegar a un sitio en la acera contraria. Su plan de acción no va a ser:
– “Caminar 50 metros a la derecha, pararme frente al paso de cebra, esperar la luz verde peatonal, cruzar con precaución, caminar 50 metros a la izquierda hasta llegar al sitio”
No. Su plan de acción será más o menos este:
– “Okey la cosa es allá. Déjame ver si viene carro. Creo que puedo pasar detrás de esta camioneta. ¡Uf! Por poco no veo al tipo de la moto. Para, para, ¡frena vale! ¡Tócale corneta a tu mamá! Ajá, ya casi, uy cambió el semáforo… ¡coño una gandola!, déjame pegar la carrera. Uf, listo. Ya llegué (pendejos aquellos que cruzaron por el rayado jejeje)”
Y describe una perfecta línea recta hasta su destino…sea este la otra acera o el otro mundo.
Eso ocurre también con las metas a corto o mediano plazo en la planificación personal, sean de trabajo o de estudio, se vive al día hacia delante sin pensarlo mucho pero malgastando, improvisando y además quejándose por todo sin posibilidad de esperarse un poco para actuar mejor, gastar con conciencia, “caminar hasta el rayado”, diversificarse, estudiar, prepararse, con esfuerzo e inversión pero con mayores posibilidades de que el resultado sea un mejor nivel de vida.