Todos por todos, no todos contra todos

autosabotearme

En esta etapa de mi vida me ha tocado nuevamente utilizar mucho el transporte público de Caracas, vitrina por excelencia para contemplar a los VPI y sufrir de sus arremetidas.

La anécdota más reciente en una de estas camioneticas me hizo pensar nuevamente en la patología colectiva que aqueja al venezolano desde mucho antes de los días en los que comencé a escribir este blog.

La buseta estaba llena completamente de personas tanto sentadas como paradas. Yo de pie, cerca de la puerta, pero casi aplastado por la cantidad de gente. Al llegar a destino, se comenzaron a bajar poco a poco, primero quienes estaban justo en la puerta y luego los demás. Yo empecé a acercarme lentamente a la salida y ya en ese momento una señora y un señor detrás de mi comenzaron a quejarse en voz alta de que la gente «parecía tortuga» de que «estaban dormidos» y a gritar pidiendo que «se movieran». Todo esto casi en mi nuca. Les pregunté, ya molesto, que si estaban apurados y me respondieron «¡Claro!»

Por supuesto que estaban apurados. Estúpidamente apurados. Apurados sin ningún tipo de razón. Agrediendo a los demás por un apuro patológico que los enervó por perder 5 segundos bajándose de una camionetica. Enfermos, idiotizados, animalizados.

Así nos han puesto y nos hemos dejado poner: enfermos de apuro, de impaciencia. Alérgicos a los procesos lentos, al trabajo continuo pero firme, a tomarnos tiempo para hacer las cosas bien, a construir mensajes positivos con calma, a predicar la paciencia con el ejemplo. Hemos aprendido, demasiado bien, a despreciar la constancia, la preparación, el esfuerzo mental, las horas de estudio y práctica.

Por eso hemos llegado a la era de los inmediatismos, en la cual lo que no se logra al instante, es aborrecido. Si no son resúmenes o lista de tips, no son leídos. Si el trabajo político requiere años, es desechado a cambio de atajos de dudosa o ninguna legalidad. Si prepararse lleva tiempo, mejor improvisar y que sea lo que sea.

Difícil labor la de construir así. Más difícil aún la tarea de transformar los pensamientos destructivos, la cultura del odio, la apología de la pereza, en ideas positivas, sanadoras, productivas. En la cultura de todos por todos y no de todos contra todos.

La imagen es de Martha Debayle