Me dio una fiebre intensa por más de dos días, inapetencia y diarrea así que me dirigí con mi esposa a la emergencia de la Clínica Vista California en Los Ruices Sur (Caracas). Allí el joven encargado de recibir a las personas nos vio llegar pero no levantó la vista de sus papeles.
Luego de unos dos minutos mi esposa volvió a decir “buenas tardes” y el muchacho respondió “si, dígame señora, que necesita, no importa que no la mire es que estoy muy ocupado…” a lo que mi esposa respondió “lo que pasa es que las reglas del buen oyente dicen otra cosa…”. El muchacho sin darse por aludido respondió “dígame, dígame” y siguió con sus ojos en los papeles.
Allí pasamos dos horas durante las cuales el joven habló con todos sus compañeros, hizo chistes, de vez en cuando intentaba llamar al seguro y luego de un rato llegó la hora del cambio de guardia así que se fue y llegó otro muchacho diferente. Luego de media hora más (no habían más pacientes en emergencia) le preguntamos a este nuevo joven en cuanto tiempo nos iban a atender y su respuesta fue con tono tajante “TIENEN que esperarse porque estamos en cambio de guardia”. Dos VPI, definitivamente, de la peor calaña los que nos tocaron. Pedimos la planilla, la rompimos, pedimos que nos devolvieran nuestra cédula y nos fuimos de allí a la Policlínica Metropolitana a probar suerte.
En cualquier situación encontrarse a un VPI o depender de uno es algo incómodo y frustrante, pero cuando es un tema de salud la cosa puede tomar visos angustiantes ya que un VPI que sabe que tiene el poder de fregarte, de complicarte la vida por gusto, hará lo imposible por ejercer ese poder y satisfacer su patología aberrante de querer demostrar lo arrecho que es.
En la Policlínica Metropolitana sucedieron nuevos encuentros de 1er tipo con VPI pero les echo el cuento en el próximo post.