No cabe duda de que vivimos en medio de las consecuencias de nuestras decisiones y todos queremos vivir mejor, en paz, en armonía y con las condiciones óptimas para uno y para todos, sin embargo, resulta asombroso encontrarse día a día en nuestra sociedad como, tanto individuos como colectivos o instituciones, escogen con demasiada frecuencia la opción que más atenta contra el mejoramiento de su propio nivel de vida.
El primer ejemplo que se me viene a la mente es el del Pico y Placa el cual consiste en la prohibición de circular por una zona por tres horas en la mañana y tres en la tarde un día a la semana de acuerdo al último número de la placa del vehículo. Esta medida fue decretada únicamente en dos de los cinco municipios que componen a esta ciudad de Caracas tan interconectada y sensible. Por el lado de los alcaldes que decretaron la medida el problema fue hacerlo a la ligera, sin un buen blindaje legal y sin consenso y por el lado de los alcaldes que no decretaron la medida y no estaban de acuerdo con la misma el problema es querer ser más papistas que el papa defendiendo un derecho a la “libre circulación” en un ciudad en la cual NADIE circula libremente con tanta cola y tanta congestión vehicular a cualquier hora. La opción que tomaron estas dos instancias no fue ponerse de acuerdo para lograr un Pico y Placa general para toda la ciudad (siendo una medida que arrojó resultados palpables) o alguna alternativa a corto plazo, es decir YA, que contribuya a descongestionar las calles, si no que optaron por quitar el plan de estos dos municipios y seguirse viendo las caras mostrándose los dientes y cuidándose las espaldas políticas mientras los habitantes de esta ciudad continúan con la tortura diaria de las colas.
Son las opciones que están allí pero increíblemente lo más frecuente es la opción negativa.
Un VPI en su carro se acerca a un semáforo que está en amarillo y hay cola y prefiere la opción de meterse a lo bravo y trancar a todo el mundo y pelear e insultar y que lo insulten…a pisar el freno y quedarse delante del rayado evitando todo lo demás…(claro que los restantes VPI que vengan detrás lo insultarán por ser un “pendejo” a su entender, eso es lo que logra la sociedad y sus patologías), antes que ceder el paso amablemente y sin sobresaltos el VPI prefiere recostarle la trompa del carro porque a el o a ella “no se le mete nadie”, el motorizado opta por manejar como demente, sin casco y teniendo conductas que no hacen más que desprestigiar a sus colegas en lugar de ser ejemplo de urbanidad…y así se encadenan unas decisiones funestas con otras hasta armar una estructura trampa de conductas aberrantes que atentan contra la armonía y la paz que muchos desean…pero de la boca para afuera.
El VPI no hace lo que dice. Hace lo que hace y luego dice que es así como se hace.
Imagen Imagen de Forrest Bass