Del apuro estúpido que nos aqueja como sociedad (principalmente a los VPI) he comentado en esta bitácora un montón de veces y, tal como he escrito antes también, los ascensores son lugares por excelencia para observar conductas estúpidas típicas asociadas a esa patología “atorada” de nuestros VPI para quienes 30 segundos de espera (o de freno) equivalen a 30 minutos y lo toman como insulto personal.
En la PB del edificio donde trabajo (oficinas privadas) normalmente al esperar los ascensores se acumula gente en forma desordenada. Dependiendo de cual sea el ascensor que llegue primero, las personas que llegaron de últimas se montan antes que nadie o no, eso gracias al desorden por supuesto y a la segunda premisa vital del VPI de “olvidar, convenientemente, que los demás existen” Es común además que esos “coleados” se atraviesen en las puertas de los ascensores llegando al extremo de montarse antes de dejar que las personas que vienen montadas se puedan bajar del ascensor.
La semana pasada yo venía bajando en un ascensor repleto y al abrirse las puertas en PB pisé el botón de abrir puertas para permitir que las mujeres salieran primero. Debido a que estábamos apretados las mujeres tardaron una centésima de segundo en moverse. Ese tiempo fue suficiente para que dos señoras VPI puras concluyeran que nadie se iba a bajar y se metieran a apretarnos aún más. Todos en el ascensor pusimos cara de asombro y yo les pedí a las señoras “por favor, nos dan un permiso para salir”, a lo cual las señoras sin decir nada respondieron haciéndose a un lado pero ¡dentro del mismo ascensor!, es decir, no se bajaron. Todos los demás nos bajamos como pudimos y al salir yo les di las gracias a las señoras quienes ni se inmutaron (y me imagino que ni comprendieron) lo que acababan de hacer.
Así, es común escuchar a muchos y muchas, cuando venimos bajando en los ascensores, resoplar de fastidio cuando este se detiene en cada piso. Para ellos es como si los demás no tuvieran derecho, como todos, a utilizar el mismo aparato. Si tienen oportunidad pisan como locos el botón de cierre de puertas para que nadie se monte y se alivie así su necesidad patológica de cargar un constante, pero casi siempre inexplicable, apuro.
En la Clínica Ávila (muestrario excelente de VPI perniciosos y conductas estúpidas de la peor clase) fui víctima una vez más de señoras “hechas las pendejas” y tipos coleándose aprovechando el enredo que se forma al salir la gente de los ascensores. Me fui molesto a los otros ascensores disponibles y tomé uno bajando para luego subir. Un señor que estaba adentro me comentó “no, va bajando y luego sube. Este aparato es mono neuronal” “si, como muchas personas por ahí” le respondí, amargadamente por supuesto.