Impaciencia terminal

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–  Chuao, frente a la sede de CONINDUSTRIA, los carros y motocicletas pasan por la avenida a casi su máxima velocidad cuando no hay cola. El conductor de un carro le pregunta a unos policías que van en moto por una dirección y entonces se detienen, en el canal izquierdo que sirve para retornar, para explicar con calma que tienen que devolverse para llegar adonde van. La pausa no dura ni 15 segundos. Detrás del carro frenan tres camionetas y luego otros carros. Se hace una “mini cola”. La señora de la segunda camioneta comienza a tocar corneta y a manotear a los 5 segundos, o menos, de haberse visto “obligada a frenar”, por los extraviados y por los policías, y acto seguido comienza, frenética, a maniobrar para pasarse al canal del medio. El conductor de la tercera camioneta también trata de meterse al canal del medio al cual, obviamente, no lo dejan meterse los demás carros que vienen a millón.

El primer carro retorna siguiendo las indicaciones de los policías quienes siguen por la avenida en sus motos. La mini cola desaparece, pero no la impaciencia patológica que carcome a esta sociedad de VPI.

–  Plaza Las Américas, parada de las camioneticas (busetas) que van hasta Petare. Allí existe una cola normal y una cola “de los parados”, que son los que se encaraman en el vehículo cuando los de la cola normal dejan de subirse porque quieren ir cómodamente sentados. Así es en teoría, pero la realidad es que los de la cola de los parados, apenas llega la camionetica, se lanzan a empellones contra los de la cola normal, para tratar de meterse de primeros y sentarse, a pesar de que a esa parada llegan y salen constantemente camionetas. La impaciencia enfermiza de la que padecen, los lleva hasta la violencia física con tal de no tener que esperar 5 minutos más por el siguiente vehículo, para abordarlo ordenadamente y sin pisotones.

La estúpida ansiedad por ser “el más arrecho que se mete primero” o por “no frenar obligado el carro” es ya, en Venezuela, una enfermedad terminal.

Por eso los políticos que ofrecen atajos, soluciones mágicas, palancas y guisos, nos han destrozado como sociedad. Ellos y su herramienta de difusión masiva de mensajes azuzadores e inmediatistas: la prensa.

Por eso el ansia desmedida de poder y de riqueza fácil y rápida y de símbolos de estatus nos ha transformado en unos sociópatas, en un caldo de cultivo para la corrupción a cualquier nivel.

La impaciencia nos ha matado y nos seguirá matando como país.

Imagen de Post from the Path