La impaciencia: veneno social

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La impaciencia nos destruye, nos mata de azoro, nos liquida como sociedad, arrasa nuestra calidad de vida. Es realmente un veneno social.

Esa impaciencia que hace que pisar el freno de la motocicleta, del carro, camión o autobús, se considere una humillación, un insulto.  Y entonces se prefiere intentar el asesinato arrojándole el vehículo a los peatones antes de sufrir la afrenta de detenerse.

Los impacientes al volante se comen la flecha y la luz roja del semáforo. Necesitan atajos para todo y se rebelan ante la regla más básica del tránsito que los obliga, otra vez la dichosa ofensa, a aminorar la velocidad con la luz amarilla y a parar por completo con la luz roja. Entonces se comen la flecha “pa´ cortar camino” (porque agarrar la vía normal es de “pendejos”) y se pasan el semáforo (porque quedarse parados es de “pendejos”), hasta el día en que matan a alguien con su vehículo y huyen cobardemente o hasta el día en que se destruyen ellos mismos, su vida, sus finanzas, su familia, por ser tan estúpidamente impacientes y no aguantarse unos segundos más de manejo o de espera.

Los peatones no se quedan atrás, la impaciencia los vuelve suicidas, les hace tener alergia a la acera prefiriendo caminar por la calle, exponiéndose al arrollamiento, los hace correr para cruzar, sabiendo que no les dará tiempo de llegar al otro lado antes de que algún carro les frene en los pies o los aplaste. Los pone a saltar rejas, muros o islas para pasar al otro lado de la avenida, para no perder tiempo caminando hasta la esquina para cruzar a través del paso de cebra. La impaciencia ha destruido todos los botones de todos los semáforos peatonales del país y acelera la erosión de todos los botones de todos los ascensores.

La impaciencia inoculada en la sociedad “moderna” hace que en el Metro las personas prefieran aplastarse unos a otros en el tren, en vez de aguardar al próximo e ir entrando poco a poco, en orden. Perdiendo apenas minutos, y a veces segundos no más, del tiempo que necesitan para desplazarse. Prefieren apretujarse a empellones que salir 15 minutos antes de su casa para darle espacio a la paciencia, lograr más comodidad y no ser unos agresores constantes.

El largo aliento, el proceso lento pero cuidadoso, las medidas a mediano y largo plazo, el estudio detallista, bien sea en lo educativo, en lo político o en lo empresarial, son mal vistos. La impaciencia social menosprecia todo eso. Prefiere la vía expresa, la carrera corta, los resultados inmediatos, la ganancia fácil sin necesidad del conocimiento, de la preparación, de la conciencia, de los valores. Está convencido de que si se toma una medida gubernamental, los resultados deben obtenerse en cuestión de horas y deben ser buenos ya y deben ser obligatoriamente de determinada forma o sino, esa medida de hace dos días, no “sirvió para nada”.

La impaciencia es comercial, mercantilista y especuladora. Esa es su esencia. El “bachaquero”, el comerciante inescrupuloso, el acaparador, son hijos consentidos de la impaciencia.

Lo contrario es la mentalidad productiva, transformadora, creativa, innovadora, positiva, cuidadosa, respetuosa, progresista y comunitaria. La impaciencia es egoísta y torva.

Los medios nos empujan al apuro patológico, la educación también, el sistema de horarios rígidos que mide al humano por su tiempo y no por sus aportes, nos convierte en lamentables criaturas todo el tiempo azoradas, acaloradas, viendo el reloj, inventando excusas, nerviosas hasta el punto del colapso ante cualquier cosa que requiera esperar, enfermas de la hora, del atoro.

Y finalmente terminamos asumiendo que ese triste estado de eterna corredera, es lo correcto, está bien y debe perpetuarse.

Así ni la magia nos puede salvar.

Imagen de Humor Tonto

Motorizados aleccionadores

La mayoría de nuestros motociclistas o motorizados, como le decimos en Venezuela, comete a diario prácticamente todas las infracciones contempladas en la Ley de Tránsito: se comen flechas y semáforos, hacen vueltas en U en lugares prohibidos, se montan en aceras, van por el hombrillo, montan sobrepeso en sus motos, no usan cascos, manejan a exceso de velocidad, etcétera.

Cuando se les reclama por su infracción, entonces los motorizados se  ponen agresivos, insultan,  pegan y además se comportan en forma de manada si alguno de ellos está agrediendo a alguien o si acaba de ser arrollado, generalmente por su propia imprudencia, formando una especie de enjambre de vehículos de dos ruedas mezclados con personas manoteando, gritando groserías y lanzando pescozones.

Cuando la sangre todavía no llega al río, es decir, cuando no hay ningún reclamo o golpe pero usted con su carro casi los roza por “atreverse” a cambiar de canal, obligándolos a frenar 1 kilómetro antes, o casi los escachapa por no verlos cuando vienen por la derecha cambiando de un punto ciego al otro hasta salirle casi encima del capó del carro justo cuando uno está pisando el acelerador, es entonces cuando, encima de todo, estos motorizados abusadores asumen la actitud más insólita de todas las que los caracterizan: se ponen aleccionadores.

Es entonces cuando usted los escucha explicar, empleando gritos y ademanes violentos, cual es el correcto uso del espejo retrovisor y de los espejos laterales, qué debe hacerse en caso de escuchar el corneteo de un motorizado que se acerca, lo malo que es cambiarse de canal y adicionalmente recomendaciones para ir al oftalmólogo.

Traducido al lenguaje motociclístico esa pedagógica explicación dice más o menos así: “¡pero bueno mama g…! ¿tú no sabes usar los espejos? ¿´Tas ciego?, ¿tú no oyes la corneta co… de tu madre?, ¿cámbiate de canal como es, enderézate gue… ón?”, etc.

Usted decide si se convierte en un alumno ejemplar de estos eruditos personajes del manejo y el tránsito y se queda calladito dentro de su carro con los vidrios arriba oyendo música mirándolos como atento a sus valiosas lecciones o si prefiere ser rebelde y responderle con igual manoteo y lenguaje a sus discursos expertos.

Las fotos que coloqué aquí son tomadas en la Calle Sorocaima en El Llanito, Caracas. Esa flecha se la comen diariamente los motorizados que pasan por allí. Cerca está el Instituto Nacional de Tránsito Terrestre y también una sede del CICPC. Por cierto, los motociclistas de estas instituciones TAMBIÉN se comen esa flecha.

¿Motorizados satanizados? Sí, claro

Sistema VPI

Vivimos rodeados de VPI, de eso creo que ya no nos queda la menor duda, y cada día son más por el simple hecho de que cada día hay más habitantes en esta ciudad y en este país, pero este sistema que engendra tanto venezolano propenso a cometer infracciones (VPI) y tanto venezolano que efectivamente COMETE infracciones cotidianamente, se compone de otros dos factores fundamentales a la hora de analizar las posibles soluciones de nuestra incultura urbana.

Los elementos que componen este sistema son: las leyes, los responsables de hacerla cumplir y los ciudadanos comunes los cuales se dividen en infractores y no infractores. Todos los infractores son VPI pero los No Infractores se dividen en No Infractores a Conciencia y en VPI, es decir, en aquellos que no han cometido infracciones pero son propensos a cometerla en cualquier momento.

Las Leyes:

Prácticamente toda actividad humana está regida por leyes, normada, regularizada, reglamentada. Las leyes están allí. Si usted se pregunta hasta que hora puede tener el vecino música a toda mecha un viernes por la noche, encontrará en las ordenanzas que la música no puede estar a toda mecha sino que tiene un límite en decibeles y también hallará que entre semana el horario de música fuerte es distinto al de los fines de semana. Si. En serio. Busquen la ordenanza municipal para que lo vean.

Otro ejemplo: en la Ley de Transporte Terrestre actual hay un parágrafo único en su Art. 170 el cual indica claramente que hasta tanto no se establezca un canal exclusivo para motocicletas en autopistas o vías de circulación rápida estas “deberán circular por el canal de hombrillo”. Aquí hay dos absurdos: primero las motocicletas NO DEBEN CIRCULAR por autopistas o vías de circulación rápida: ES MORTAL. Segundo, el hombrillo debe ser DE USO EXCLUSIVO PARA EMERGENCIAS no para que por allí pasen unos motociclistas quienes en primer lugar no deberían estar en esa vía y en segundo lugar tendrán que meterse a los canales de carros cada vez que se encuentre obstaculizado el hombrillo por carros o motos accidentadas con el constante riesgo, en consecuencia, de causar accidentes.

Y así, todos esos aspectos de nuestra vida cotidiana pública e incluso privada tienen una normativa legal que debe ser cumplida. Leyes no faltan.

 

Los responsables de hacer cumplir la Ley:

¿Quién es la persona o ente encargado de medir el nivel del ruido del vecino del ejemplo anterior y de recordarle el horario que debe cumplir? Si, ya sabemos, la policía municipal, etc. Pero en verdad, la pregunta es ¿Quién le pone el cascabel al gato? Nadie lo hace o lo hace muy poco, con desgano, con miedo (hay muchos ejemplos también del otro extremo: las autoridades que actúan abusando y agrediendo sin razón)

Las autoridades responsables por hacer cumplir las leyes provienen de la misma sociedad enferma de incumplimiento. Les fastidia enfrentarse a vecinos y vecinas que siempre quieren demostrar ser los más arrechos, no se sienten bien remunerados en muchos casos (sino todos) para confrontar a diario infractores de cualquier tipo, hay otros casos en los cuales esas mismas autoridades deciden arbitrariamente si se está cometiendo infracción o no, etcétera, para dejar de actuar o actuar en exceso.

¿Quién debe velar porque las motocicletas circulen SÓLO por el hombrillo y además no excedan los 60 Km/h y además usen casco y además no lleven a más de dos personas? ¿Los fiscales de tránsito? ¿La policía?… Si. Son ellos, pero no lo hacen. Peor aún que ante cualquier vecino o vecina, es  tener que enfrentarse a motorizados belicosos, sean cuales sean las razones, justificadas o no, de su belicosidad.  En cualquier semáforo de la ciudad se puede apreciar a diario cómo los fiscales de tránsito de cualquier municipio miran para otro lado cuando los motociclistas no le hacen caso a flechas, semáforos, aceras, cruces, rayados peatonales, etcétera. Es raro ver alguna autoridad actuando con regularidad ante los abusos de los motociclistas. Es frecuente, por otro lado, ver autoridades cometiendo esas mismas infracciones o peores.

Claro que se trata de todo un sistema: funcionarios que deben cumplir su tarea (pero deben estar bien recompensados por ello y educados para ello), un sistema de control y registro que garantice el seguimiento de las infracciones (base de datos, automatización) y un sistema judicial que asegure la imparcialidad y justicia de los procedimientos (¿alguien lo conoce?)

Todas las partes de dicho sistema fallan, la sociedad, por lo tanto, también falla constantemente y el resultado final es la producción de un ciudadano inculto y negado a culturizarse en lo que debe ser la convivencia, el cumplimiento de la Ley, la conservación de espacios y el respeto por los demás: el VPI.