Paz

Este miércoles 21 de septiembre se celebró el día Mundial de la Paz y caminando por Chacao pude ver a unos muchachos marchando educadamente por una acera con algunas pancartas alusivas a la Paz. Por supuesto que luego de eso me hice varias preguntas:

La Paz…

¿…acaso no se garantiza si respetamos a los demás?

¿…no se vuelve un hábito cuando descartamos la agresión como respuesta a la crítica o el reclamo?

¿… no está íntimamente ligada al cumplimiento de las leyes, ordenanzas, reglas y normas?

¿… no se vuelve parte de nosotros si nos sentimos respetados por los demás?

¿… no viene incorporada a la aceptación sin juzgar de las diferencias de opiniones, creencias, preferencias y aspecto físico de los demás?

¿… no consiste en descartar la malsana costumbre de querer ser siempre el arrecho o la arrecha y demostrarlo?

¿… no es un ejercicio de amor para con los demás, sean animales, personas o cosas?

La Paz no es un tema político, es cultural y mientras creas que la Paz es una tarea del otro o de la otra y no un deber tuyo entonces garantizarla entre todos se volverá cada vez más difícil.

La Paz es una decisión unipersonal. Si lo decides ella estará allí. Y si todos lo decidimos pues nunca dejaremos de disfrutarla.

Sistema VPI

Vivimos rodeados de VPI, de eso creo que ya no nos queda la menor duda, y cada día son más por el simple hecho de que cada día hay más habitantes en esta ciudad y en este país, pero este sistema que engendra tanto venezolano propenso a cometer infracciones (VPI) y tanto venezolano que efectivamente COMETE infracciones cotidianamente, se compone de otros dos factores fundamentales a la hora de analizar las posibles soluciones de nuestra incultura urbana.

Los elementos que componen este sistema son: las leyes, los responsables de hacerla cumplir y los ciudadanos comunes los cuales se dividen en infractores y no infractores. Todos los infractores son VPI pero los No Infractores se dividen en No Infractores a Conciencia y en VPI, es decir, en aquellos que no han cometido infracciones pero son propensos a cometerla en cualquier momento.

Las Leyes:

Prácticamente toda actividad humana está regida por leyes, normada, regularizada, reglamentada. Las leyes están allí. Si usted se pregunta hasta que hora puede tener el vecino música a toda mecha un viernes por la noche, encontrará en las ordenanzas que la música no puede estar a toda mecha sino que tiene un límite en decibeles y también hallará que entre semana el horario de música fuerte es distinto al de los fines de semana. Si. En serio. Busquen la ordenanza municipal para que lo vean.

Otro ejemplo: en la Ley de Transporte Terrestre actual hay un parágrafo único en su Art. 170 el cual indica claramente que hasta tanto no se establezca un canal exclusivo para motocicletas en autopistas o vías de circulación rápida estas “deberán circular por el canal de hombrillo”. Aquí hay dos absurdos: primero las motocicletas NO DEBEN CIRCULAR por autopistas o vías de circulación rápida: ES MORTAL. Segundo, el hombrillo debe ser DE USO EXCLUSIVO PARA EMERGENCIAS no para que por allí pasen unos motociclistas quienes en primer lugar no deberían estar en esa vía y en segundo lugar tendrán que meterse a los canales de carros cada vez que se encuentre obstaculizado el hombrillo por carros o motos accidentadas con el constante riesgo, en consecuencia, de causar accidentes.

Y así, todos esos aspectos de nuestra vida cotidiana pública e incluso privada tienen una normativa legal que debe ser cumplida. Leyes no faltan.

 

Los responsables de hacer cumplir la Ley:

¿Quién es la persona o ente encargado de medir el nivel del ruido del vecino del ejemplo anterior y de recordarle el horario que debe cumplir? Si, ya sabemos, la policía municipal, etc. Pero en verdad, la pregunta es ¿Quién le pone el cascabel al gato? Nadie lo hace o lo hace muy poco, con desgano, con miedo (hay muchos ejemplos también del otro extremo: las autoridades que actúan abusando y agrediendo sin razón)

Las autoridades responsables por hacer cumplir las leyes provienen de la misma sociedad enferma de incumplimiento. Les fastidia enfrentarse a vecinos y vecinas que siempre quieren demostrar ser los más arrechos, no se sienten bien remunerados en muchos casos (sino todos) para confrontar a diario infractores de cualquier tipo, hay otros casos en los cuales esas mismas autoridades deciden arbitrariamente si se está cometiendo infracción o no, etcétera, para dejar de actuar o actuar en exceso.

¿Quién debe velar porque las motocicletas circulen SÓLO por el hombrillo y además no excedan los 60 Km/h y además usen casco y además no lleven a más de dos personas? ¿Los fiscales de tránsito? ¿La policía?… Si. Son ellos, pero no lo hacen. Peor aún que ante cualquier vecino o vecina, es  tener que enfrentarse a motorizados belicosos, sean cuales sean las razones, justificadas o no, de su belicosidad.  En cualquier semáforo de la ciudad se puede apreciar a diario cómo los fiscales de tránsito de cualquier municipio miran para otro lado cuando los motociclistas no le hacen caso a flechas, semáforos, aceras, cruces, rayados peatonales, etcétera. Es raro ver alguna autoridad actuando con regularidad ante los abusos de los motociclistas. Es frecuente, por otro lado, ver autoridades cometiendo esas mismas infracciones o peores.

Claro que se trata de todo un sistema: funcionarios que deben cumplir su tarea (pero deben estar bien recompensados por ello y educados para ello), un sistema de control y registro que garantice el seguimiento de las infracciones (base de datos, automatización) y un sistema judicial que asegure la imparcialidad y justicia de los procedimientos (¿alguien lo conoce?)

Todas las partes de dicho sistema fallan, la sociedad, por lo tanto, también falla constantemente y el resultado final es la producción de un ciudadano inculto y negado a culturizarse en lo que debe ser la convivencia, el cumplimiento de la Ley, la conservación de espacios y el respeto por los demás: el VPI.

VPI y las opiniones

Discutir con un VPI es sumamente complicado. Debido a su premisa de tener que demostrar ser el más arrecho en todo momento hacerlo es prácticamente un caso perdido.

En este blog he reseñado varios casos en los cuales discutir con VPI significó recibir peores respuestas que la afrenta inicial e incluso agresiones hasta físicas.

En la oficina donde trabajo, justo detrás de mi puesto, hay una puerta de vidrio que da al archivo general, la cual mantengo cerrada debido a que eso me permite saber si hay gente o no en el archivo por un asunto de privacidad. Es una puerta de esas con brazo mecánico, lo cual hace que dejándola caer un poco pues se cierre sola lentamente. Casi a diario dos de las mujeres VPI que trabajan conmigo dejan la puerta abierta, eso pese a que siempre, es decir SIEMPRE, la consiguen cerrada. ¿Por qué?, pues porque todas las veces que ellas dejan la puerta abierta yo me paro de mi asiento y la cierro.

Mi otra compañera de trabajo una vez me preguntó “Oye, ¿Tú te vas a parar todas las veces a cerrar la puerta? ¿Por qué no les dices algo?” A lo cual no pude evitar responder con una premisa de oro para las discusiones con VPI: “Es que ni por las buenas, ni por las malas, ellas van a entender mis razones y mi derecho a mantener la puerta cerrada”. Eso sin entrar en detalles sobre educación y buenas costumbres de dejar las cosas cómo se encuentran. Estas VPI todas las veces, quiero decir SIEMPRE que entran a la cocina dejan la luz prendida o el microondas enchufado sin que nadie los esté usando, desperdiciando alegremente electricidad. Para los y las VPI los temas ecológicos y el ahorro energético no tienen ningún sentido, por el contrario, son objeto de burla.

Igual en estos días una señora que estaba de primera en la cola de los taxis dejó meterse a una “prima” que había llegado mucho rato después. El señor que controla la cola le preguntó y la señora respondió (desafiante como buena VPI): “es que esta es mi prima, que yo la estaba esperando. Las cosas son como son, yo la estaba esperando a ella…”. Esto lo dijo en voz alta buscando pelea (otro síntoma de patología VPIesca) y lo repitió varias veces más por si no había quedado claro.

Mis opciones (yo estaba de segundo) eran simples, o le decía: “Señora, no hay problema en que su prima se colee pero por favor asuma que lo hizo y no nos quiera ver la cara de pendejos a los demás diciendo que es que la estaba esperando…”, o me quedaba callado subiéndole el volumen a mi Ipod… Obviamente opté por lo segundo y un joropo veloz tocado por Saúl Vera a todo volumen acalló para mis oídos la necia diatriba de la señora VPI.

En todos los ámbitos la discusión con los VPI es desgastante e inútil: ellos no cambian. Cuando mucho uno si quiere lograr algo con ellos, debe negociar en sus términos y rebajarse a su óptica del mundo, y esa condición se traduce a todos los aspectos en donde haya diferencia de opiniones. Si un magallanero y un caraquista se enquistan en una discusión violenta sin sentido no es porque uno el otro sea mejor o peor: es que ambos se igualan en su terquedad de querer ser los más arrechos. Si un antichavista clama por libertades pero deplora la libertad del otro de pensar distinto a él y viceversa, no es porque uno sea un ser superior o el otro una piltrafa humana: es que ambos asumen como VPI la diversidad de pensamiento y por lo tanto atacan todo lo que ponga en tela de juicio su condición de ser Los Más Arrechos del Planeta.

Personajes del cruce sin semáforo

No hay mejor situación para presenciar la patología de nuestros VPI que aquella que se produce en un cruce de calles donde uno o los dos semáforos estén dañados. Lo que se ve allí es la muestra más palpable de nuestra profunda patología social. Los personajes VPI más comunes que encontramos con su peor actitud en esas circunstancias son:

El comeluz: toca corneta como un energúmeno, insulta y manotea al carro que vaya adelante si a este se le ocurre medio frenar antes del cruce. Si el semáforo está intermitente entonces prácticamente trata de pasarle por encima a los carros que estén adelante, todo con la excusa de que “el semáforo está dañado”, lo cual, para la mentalidad del VPI significa que tiene paso franco y ¡ay de quien se le atraviese! Si por el contrario el semáforo simplemente no cambia entonces el energúmeno comeluz alcanza extremos rayanos en la psicosis total.

El “achantao”: pocas veces hemos nombrado aquí a aquellos VPI quienes al contrario de los enfermos de “apuro estúpido” sufren de una dolencia crónica llamada “lentitud chocante”. Son ellos quienes van a 10 Km/h por el canal rápido o quienes, sin son peatones, caminan tan lento que casi pareciera que van para atrás, se detienen en todo el medio o doblan a un lado o al otro sin ver si viene alguien caminando o no e ignorando cualquier tropezón que produzcan por ello. El “achantao” se regodea en los cruces con semáforo dañado haciendo rabiar a los muy apurados comeluz y a cualquier otro conductor marchando aún más lento de lo que es normal para ellos.

El peatón envalentonado: este peatón VPI, quien normalmente cruza la calle por donde sea, así cargue con dos niños, un bebé, dos bolsas de supermercado y se encuentre hablando por el celular, al encontrarse con un cruce con semáforo dañado pues se vuelve un verdadero Tarzán-Iron Man invencible quien encuentra en ese momento la perfecta excusa para cruzar de la forma más irresponsable que se le ocurra pues “el semáforo está dañado” y “sino los carros no te dejan pasar” (lo cual no deja de ser hasta cierto punto verdad)

De los motorizados ni hablar, en esos cruces parecen saetas insultantes…pero bueno, lamentablemente la mayoría de ellos parecen saetas insultantes y agresivas en cualquier cruce, esté o no dañado el semáforo.

Póngase en uno de esos cruces cuando tenga oportunidad y podrá atestiguar sin ningún problema la aparición de estos cotidianos personajes VPI. Siéntese al lado de los fiscales de tránsito quienes normalmente hacen lo que usted va a hacer: observar tranquilamente todo lo que pasa sin hacer nada.

Entrada y salida de carros:

En el edificio donde trabajo hay un estacionamiento grande el cual tiene su entrada y salida desembocando a la misma acera aunque con una diferencia de algunos metros.

Si usted se detiene cerca de cualquiera de ellas observará un espectáculo muy interesante, obviamente protagonizado por VPI’s, cuando los carros intentan entrar o salir del estacionamiento y la nube de peatones (en esta zona son muchos) pasa justo por delante de los carros.

Lo primero que verá es un forcejeo entre carros y peatones para ver quien pasa primero. Aún cuando los peatones noten que el carro que intenta pasar tiene otros tres carros atrás esperando y la avenida se está congestionando, ellos seguirán pasando atravesándosele a los vehículos hasta que estos comienzan a amagar con pisarlos para finalmente poder pasar a duras penas.

Cuando los vehículos tratan de avanzar un poco acercándose a los peatones VPI, estos reaccionan con malas miradas, insultos y hasta violencia física. No se les pasa por la mente que dejar pasar un carro es algo que no les va a quitar más de 5 segundos de su tiempo y beneficiará a la circulación en general. Por el contrario, su pensamiento es ser más arrecho que nadie y que el del carro ¡se aguante!

Por supuesto que hay conductores que abusan y muchos pero en este caso el abuso es mayoritariamente por parte de los peatones.

Si usted va caminando por allí y justo ve que ya un carro tiene media trompa sobre la acera y usted decide detenerse para dejarlo pasar, entonces prepárese a recibir carterazos, paraguazos, empujones, codazos de hombres, mujeres, viejas, viejos, señoras, señores, jóvenes, etcétera, y si se le ocurre reclamarle a alguno de ellos por su conducta estúpida de no dejar pasar el vehículo entonces prepárese también a ser agredido de alguna manera. ¡Increíble!

Trayectorias de VPI

Ficciones lamentablemente muy ciertas:

Pepito Pérez. VPI: nació y creció en familia clase media. Desde pequeño le enseñaron que el hombre era superior a la mujer. Maltrataba a los perritos que le regalaban de mascota. En la escuela aprendió a copiarse y hacer trampas con un contacto en control de estudios. Las fiestas en su casa eran las más ruidosas de la cuadra, nadie le decía nada porque el tipo “estaba armado”. Hoy en día es Director de la Policía. ¿Cuáles serán sus valores?

Perenceja Diaz. VPI: nació y creció en familia humilde. Su educación entremezcló las pocas veces que tuvo clases en su escuela por falta de recursos y lo que aprendió de las 3 novelas diarias que vio por años. Todas sus primas y hermanas tuvieron hijos antes de los 18 años. Ella también y el papá la abandonó. Cruza la calle con sus 2 hijos por donde sea porque siempre está apurada y cuando ellos terminan de comer sus chucherías les dice que boten el envoltorio donde sea, al igual que hace ella. Botan basura en cualquier sitio. Actualmente es maestra de primaria.

Fulano Tercero. VPI: es de familia multimillonaria. Su educación incluyó negocios y vacaciones lujosas. Solamente tiene TV por Cable o Satelital. Está acostumbrado a que le sirvan y a que las decisiones las toman los hombres. Fuma en todos lados, incluso donde está prohibido hacerlo. No le gusta sino manejar las camionetas más grandes del mercado con las cuales no respeta ni luces rojas, ni rayados peatonales, ni flechas, ni “fiscalitos de tránsito”, como él les llama. Más de una vez le ha lanzado su camioneta a peatones y a otros carros y las pocas veces que le han respondido se baja con una 9 milímetros, con su título de abogado y con su apellido de un Juez famoso. Hoy en día es presidente de una empresa consultora.

Mengana García. VPI: Clase media. Se educó en liceo privado y estudió en universidad pública. Siempre con lo justo para vivir. Aunque no bota basura, ni hace fiestas ruidosas, ni maneja, le gusta el chisme como a nadie, se burla de los demás, inventa historias sobre los demás y termina desprestigiando vecinos, amigos, compañeros de trabajo y familiares quedando siempre como la víctima o la inocente. Es experta en “llorar” para que le brinden aún cuando puede pagarse todas sus cosas. No le gusta trabajar más de la cuenta y hace lo posible porque los demás le hagan el trabajo. Si le reclaman responde como una fiera llegando incluso a la agresión física. Hoy en día es secretaria general de un partido político, se vislumbra como virtual ministra si su partido gana la presidencia y tiene un programa de radio a nivel nacional.

Etcétera, etcétera, etcétera…

Nota: cualquier parecido con la realidad es mera e intencional coincidencia

¿Existe el nuevo ciudadano?

newcitizen

En nuestro país el nuevo ciudadano, la nueva consciencia, no ha nacido todavía. Quienes se forman en la actualidad lo hacen bajo la influencia de quienes tienen en su sangre profundas raíces VPI y de otras “taras conductuales” de nuestra sociedad.

La actual seudo división entre pro y contras al gobierno en realidad no se basa en absolutamente nada que no sea demostrar que se es más arrecho que el otro y que lo que uno apoya es mejor y más chévere que lo del otro porque se quiere ser siempre el más arrecho, olvidarse de los demás a menos que convenga acordarse de ellos y procurar la vía fácil para todo, incluso para manejar la diversidad del pensamiento.

Para implantar una verdadera conciencia de cambio como país entre nuestra gente hay que primero manejar dos ideas básicas, medulares, aunque harto difícil de aceptar por nuestros arrechos y arrechas VPI: uno, el fin común, el bienestar común, compartido, general, dos, la importancia hasta del trabajo más pequeño, el concepto del granito de arena pues para el hormiguero. La tendencia natural nuestra es justo hacia lo contrario: trabajar en forma egoísta y buscar los “mejores” cargos porque lo otro (servir, el trabajo físico o repetitivo, etcétera) son trabajos “inferiores” y humillantes. Esas ideas nos hacen retroceder cuando no estancarnos. Y son ideas nuestras en general de TODOS como colectivo, no de unos si y de otros no.

Luego hay que manejar las herramientas para la convivencia y el funcionamiento en sociedad: la preparación para el debate, para la argumentación, para aceptar la contraposición de ideas, para aceptar con buena actitud la decisión de la mayoría, sea o no sea favorable a nuestras simpatías. Eso no se ha enseñado ni se enseña en nuestras escuelas, menos en los liceos y muchísimo menos en nuestras universidades.

Saber debatir, hilar ideas, argumentar con propiedad, exponer motivos, proyectos, planificar líneas de acción, etcétera, eso se deja de lado en nuestra educación y se deja libre espacio para los actos de frustración, la opresión de los vencidos por parte de los vencedores, el resentimiento, los actos de violencia, la impotencia por no saber dar expresión y ejecución a las ideas e inquietudes propias.

No se nos enseña, y es vital, a Comunicarnos Efectivamente, sino que eso se deja al garete, a la improvisación, al azar, para que lo hagan quienes tengan aptitud natural para ello, etcétera. No se enseña tampoco el uso de herramientas físicas de comunicación en sociedad: convocatoria a asamblea, debate o reunión, puntos a tratar, minuta, acciones a tomar, responsables, seguimiento, evaluación, diagnóstico, corrección.

Con la no educación para el debate, la discusión de puntos y el registro de los mismos entonces se promueve la flojera, el recostarse de quienes si manejan más o menos esas cosas, el dejar que los demás participen, decidan, peleen y se desgasten, mientras se flojea en la otra esquina, burlando y criticando el trabajo de hormiga de los demás.

La columna vertebral de todos esos elementos el cual ni por asomo se está enseñando en forma integral todavía es el aprendizaje y la asimilación prácticamente a nivel genético del respeto a las normas, a la ley, a las ordenanzas, a las reglas del juego comunicacional y sus consecuentes acciones.

Mucho «gamelote»  se lee y oye aquí y allá en nuestros rincones, pero nadie parece salvarse. A la hora de la “chiquita”, como decimos aquí, surgen las patologías, se patea la mesa donde se intenta negociar, se arrebata como Jalisco gritando, agrediendo, amedrentando, obligando, ignorando y se deja entonces el trabajo de coordinar, planificar, discutir, actuar, etcétera al desorden, la imposición, el arbitrio caprichoso, etcétera. Y eso lo hacen todos, no unos si y otros no.

Veámonos nuestros ombligos y encontraremos la marca de nuestra incultura social para todos los ámbitos: familia, escuela, condominio, calle, oficina, civismo, trabajo, enseñanza, aprendizaje, ejemplo. Cuando no en todos si en muchos, en algunos más y en otros menos.

La trillada frase, “la cura de un mal empieza por reconocer la existencia de ese mal”, nunca pierde vigencia y menos aún cuando se trata de nuestra tan enferma sociedad.

¿Empezamos a reconocerlo en nosotros?

La Violencia:

violencia-jovenes

La violencia en sus múltiples expresiones se genera de una concatenación de elementos los cuales interactúan en nuestra sociedad hasta ofrecer su resultado final traducido en: altos niveles de inseguridad, desidia gubernamental, brutalidad policial, intolerancia y destructivas protestas de calle las cuales tienen un porcentaje de espontaneidad y otro porcentaje de inducción premeditada.

Por un lado están los VPI, con su patología conductual de querer ser y demostrar que son más arrechos que los demás olvidándose de la existencia de ellos, de los demás, a menos que les sea conveniente. Son producto de una educación débil y dispersa sin estructura programática en función de país, de colectivo y sin considerar la adecuación a un mercado de trabajo multinivel en donde predomina el culto a los grandes títulos y a las multinacionales desechando y menospreciando el trabajo manual, el trabajo directo, el trabajo creativo, las tareas de soporte, mantenimiento y servicio.

A eso se suman hogares, familias, con valores debilitados gracias a esa educación inconexa y al no reforzamiento de valores y conductas positivos. Por el contrario, de parte de los medios tradicionales (TV, Radio, Prensa) reciben un bombardeo constante de antivalores (novelas, programas cómicos, shows de burla…), de desensibilización ante la violencia (novelas, películas de acción…), de negación al diálogo, de apología a la solución de conflictos por la vía de las armas, el grito o la agresión física: por la vía de ser el más arrecho para lograr el aplauso y el reconocimiento por eso (El Hombre de La Etiqueta, El Vengador…) Reciben y asumen pasivamente también patrones de consumo exagerados, incitación a la adquisición compulsiva de símbolos de estatus (celular, carro, ropa, videojuegos, zapatos, sexo…) y por supuesto la incitación, abierta o no, al consumo de drogas siendo la principal y más dañina El Alcohol.

En una sociedad con sus problemas habituales de desempleo y vivienda en mayor o menor grado, con un Estado ambiguo en materia educacional, policial y penal y con gobiernos más dedicados a la promoción política o a la componenda económica (como es el caso de todos los que han pasado por nuestro país, por nuestra región), este caldo de cultivo con los VPI produce entonces brotes terribles de violencia, inseguridad, delincuencia, hogares destruidos, protestas vandálicas, represión, violencia contra la mujer, discriminación.

La violencia es un monstruo de mil cabezas con cien raíces profundas que hay que remover o curar una por una para aspirar una solución sostenible que produzca un nivel de paz elevado, respirable, vivible.

De nuevo los cambios de rol

empatia

Una nueva anécdota sobre los cambios de rol: me monté con una amiga en un ascensor público para bajar hasta la Planta Baja. Unos pisos más abajo se montó una pareja hablando animadamente. Al llegar a PB mi amiga se bajó y yo esperé a que la mujer de la pareja saliera también como norma de educación que me toca por ser hombre.

 

Sucedió entonces que la pareja por ir distraída hablando no se dio cuenta de que habíamos llegado y dudaron unos segundos (no serían más de 2 segundos lo juro) lo cual hizo que el grupo de personas, sobre todo unas señoras ya de cierta edad, que estaban esperando por entrar se comenzaran a precipitar hacia dentro del ascensor.

 

En ese momento traté de salir y tuve que abrirme paso así que les reclamé recibiendo por supuesto la consabida respuesta del mejor estilo VPI de que “es que me estaba tardando” o “pero bueno este como que está amargado”, etcétera, trasladando la responsabilidad de un acto estúpido de ellos hacia mi.

 

Me devolví y les dije que no había razón para que yo tuviera que ser un atorado como ellos, pero me imagino que pocos me escucharon y los que lo hicieron no entendieron o se burlaron. VPI pues, enfermos y con poca esperanza de cura.

 

Otro día esos mismos personajes apurados estúpidamente tratarán de salir de ese ascensor y alguien como ellos los tropezará entrando y a lo mejor hasta le reclamarán…pero no se acordarán (su patología no se los permite) que ellos actúan de la misma forma y que no hay nada que justifique un apuro tonto y agresivo en lugar de esperar un máximo de 5 segunditos a que se vacíe un ascensor.

Imagen tomada de aquí

Groserías: los “gatillo alegre”

Este fin de semana fui hasta Evio’s Pizza para comer algo con mi esposa y allí me topé nuevamente con esos “gatillo alegre” de las groserías quienes la dicen sin recato y en alta voz en presencia de quien sea, conocido o desconocido, niño, mujer u hombre.

En esta ocasión eran los muchachos mesoneros y el señor de la Caja quienes discutiendo sobre cosas del restaurante soltaban grosería tras grosería en su hablar informal sin darse cuenta de que su conversa era pública pues todos los que estábamos en las mesas de ese pequeño local los escuchábamos.

Eso ocurre en cualquier parte.

Una vez aquí comenté sobre la agresión que representa el uso de las groserías de esa manera indiscriminada, lo cual es un anti valor al buen uso y costumbre que nos enseñan desde pequeños. Bueno, por lo visto le enseñan a unos y otros no o simplemente son lecciones que los VPI olvidan con mucha facilidad tan metidos como andan en su afán de demostrar que son más arrechos que los demás (y por lo tanto dicen las groserías que les dé la gana al volumen que les dé la gana) o en su afán de olvidarse de que los demás existen…a menos que los necesiten para demostrar lo arrechos que son.

Son los “gatillo alegre” de las groserías estos VPI incapaces de pasar el switch para evitar el uso de groserías (sobre todo de las más gruesas) en presencia de personas desconocidas y particularmente de mujeres o niños en el caso de que el VPI sea hombre, porque mujeres VPI sumamente groseras también las hay por supuesto (el gatillo alegre no discrimina sexo) como una señora este mismo fin de semana en la tienda EPA de Los Cortijos quien hablando a todo grito por celular con su mamá soltó varias palabrotas sin importarle mucho la cantidad de niños y gente desconocida que había por allí.

Para el VPI esto de las groserías le parecerá seguramente una tontería pues con ello “no le hacen daño a nadie” pero indudablemente es otro síntoma más de su patología conductual que los convierte en elementos anti-sociales dentro de la sociedad.