Grifos anti VPI

En los lavamanos de los baños del edificio de oficinas donde trabajo colocaron grifos como el de la foto. Estos son de los que uno presiona para que salga un chorro de agua por varios segundos y luego se cierra solo.

En alguna parte del condominio de este edificio (seguramente en su bolsillo aunque quisiera creer ingenuamente que fue por un tema ecológico) alguien finalmente detectó la cantidad de chorros que quedaban goteando o con pequeños hilillos de agua debido, en su mayor parte, al descuido por parte de los usuarios. VPI por supuesto. No sólo concientizaron el problema sino que además dieron con la solución: los grifos automáticos.

Estos están a medio camino entre los clásicos y los activados por celda fotoeléctrica (como los que hay en el aeropuerto de Maiquetía). No se quedan goteando pero sueltan mucho más agua antes de cerrarse solos de lo que hacen los fotoeléctricos, los cuales solo funcionan mientras uno pone la mano o el cepillo debajo.

Cuando estrené estos grifos nuevos aquí pensé que se botaba mucha agua para apenas mojar el cepillo, por ejemplo, pero luego saqué la cuenta y entendí que el volumen de líquido desperdiciado por dejar la llave mal cerrada o goteando todo el santo día ES SIEMPRE muchísimo mayor que lo que se pierde por el tiempo de cerrado automático.

Una solución no humana para un problema tan profundamente humano: el descuido. Que también podríamos llamar la desidia o la insensibilidad, del VPI.

Lo mismo pasa con las puertas que se cierran solas para prevenir la pereza de los que “no tienen tiempo” de asegurarse de cerrarlas.

Pero el ahorro energético es un tema muy cultural y en eso los VPI, por supuesto, son de los más incultos personajes. Conozco a quienes no apagan luces en sus casas porque “es responsabilidad del gobierno garantizarme toda la luz que me dé la gana para derrocharla como me dé la gana” pero también conozco a quienes en forma simple y natural salen de su cuarto dejando luz y televisor prendido una, dos o más horas mientras salen a hacer cosas en otras partes de la casa y ni cuenta se dan de cuanta electricidad botan sin necesidad.

Es un largo camino el que hay que recorrer para cambiar mentalidades y cultura pero hay que recorrerlo o si no nos perderemos en la desidia. Todavía no inventan un sistema que automáticamente cumpla las leyes y respete a los demás por nosotros.

Médicos VPI: la espera

Pediatría

En la Clínica Ávila en Caracas la doctora Mónica Castellanos, pediatra y nutricionista, tenía su horario de citas médicas a partir de las 8 am. Los papás, mamás, abuelos o abuelas llegábamos con nuestros bebés,  niños, niñas, inquietos, gritones, bien tempranito para anotarnos en el orden de llegada establecido.

Los días en los que llegaba más temprano la doctora aparecía a las 10:30 am. Su record, mientras seguimos llevando a nuestro hijo con ella, fue llegar a las 12 y media. Eso para atender a los 15 o 20 minutos de haber llegado apenas al primer paciente de la larga lista de madrugadores. La espera que esta doctora obligaba (y obliga) a pasar a sus pacientes niños, niñas y bebés era (y es) de entre dos horas y media hasta cinco horas.

Ortopedia

Esta semana, el martes 31/01/12,  llevamos a nuestro hijo de 3 años a verse por primera vez con el doctor Jesús Sevillano, ortopedista y traumatólogo de la Policlínica Metropolitana en Caracas. Piso 4. Consultorio 4R.

Según nos informó su secretaria cuando hicimos la cita, el doctor comenzaba a atender a las 9 am y era por orden de llegada. Por una tranca muy fuerte delante de la policlínica no pudimos llegar al consultorio sino a las 8:15 am. En la puerta cerrada había una lista en donde nos anotamos en el cuarto lugar. En el pasillo una anciana era la segunda de la lista. Había llegado antes de las 8 montada en su silla de ruedas.

Bajamos a desayunar y cuando subimos, a las 9:05 am, la secretaria, mientras masticaba una arepa de queso paisa, nos avisó que el doctor “estaba en quirófano y que iba a llegar más tarde pues la operación estaba programada desde el día anterior». No le cruzó por la mente a la secretaria avisar desde el día anterior sobre dicho retraso. No se le ocurrió al doctor Sevillano cancelar sus citas con antelación sabiendo que se iba a ocupar operando o instruir a su secretaria para que avisara. No. Ellos prefirieron dejar que la gente se fajara a llegar temprano y luego esperara lo que tuviera que esperar.

A las 10 am el doctor llamó y dijo que iba a llegar “como a las 11 am”. Entonces nos fuimos a buscar a otro médico allí mismo e hicimos una nueva cita para ver que tal nos va.

A las 12:20 pm (4 horas y 5 minutos más tarde) fue cuando nos llamó la secretaria para avisarnos que era nuestro turno, es decir, para verse con este doctor y su secretaria es muy probable que usted tenga que esperar entre tres y seis horas cuando él tenga operaciones “programadas”(¡imagínese cuando sean de emergencia!) no importa si usted tiene 80 años o 3 añitos. Eso, a ellos, no les importa, ni a Jesús ni a Mónica ni al montón de doctores que son y actúan como Jesús o como Mónica. Ellos, médicos VPI, asumen que el tiempo de sus pacientes es despreciable. La necesidad que tienen los pacientes de que sus dolencias sean atendidas es lo que convence a estos galenos de que quien los quiera ver tiene que esperar todo el tiempo que a ellos les dé la gana.

Decisión

Un amigo de mi esposa dijo un día una gran verdad que todos deberíamos asumir ante los doctores y las doctoras VPI: “los médicos no son ni más ni menos que yo y su tiempo no es superior ni inferior al mío. Médico que me haga esperar más de dos horas sin justificación válida me pierde como paciente y busco otro hasta que encuentre uno que me atienda con tiempos de espera decentes”.

Si todos tomamos esa misma decisión tengan la seguridad de que la doctora Castellanos se lo pensará mejor antes de ir al gimnasio por las mañanas mientras los pacientes madrugan para anotarse en su lista y el doctor Sevillano se preocupará por cancelar sus citas cada vez que programe sus mucho más rentables operaciones. Nada justifica que tengamos que esperar tres, cuatro, cinco o seis horas para que un doctor nos vea en una clínica.

Más de los VPI relativos

Una de las incoherencias más marcada en la conducta estúpida de los VPI es la referente a lo relativo del tiempo y de sus acciones. Un ejemplo claro es el que presencio a diario en el edificio donde vivo. Allí hay una puerta de seguridad para acceder a las escaleras internas que tiene un brazo mecánico para cerrarse sola pero, como es normal, con frecuencia ese brazo se daña o se descalibra lo cual hace que la puerta quede abierta. Con dicha puerta los VPI actúan de las siguientes formas:

– Que no se cierre sola es algo de lo que no se dan cuenta los VPI hasta que alguien se los dice y aún así,  sabiendo claramente que es un tema de seguridad, ni por asomo se les ocurre la idea de asegurarse de cerrar con la mano la puerta cuando pasan. Su apuro es más importante que la prevención de delitos en el edificio y no tienen ni un segundo para darle el último empujón que la cierre, sin embargo…

– Si la puerta funciona perfectamente estos mismos VPI, cuando bajan a pasar un rato en la planta baja del edificio a hablar, a fumarse un cigarrillo o a comprar algo en el abasto, dejan la puerta abierta también pero a propósito, es decir, se detienen un momento a impedir con la mano que la puerta quede cerrada porque ellos “regresan en un ratico” y les da flojera tener que meter la llave en la cerradura desde afuera y abrir. Su apuro estúpido entonces no aplica sino que tienen suficiente tiempo para preocuparse por impedir que la puerta cierre ya que ellos van a volver a pasar por ahí pronto. Claro que esto además implica que el brazo mecánico se va descalibrando debido a que no realiza su recorrido completo.

La seguridad les importa tres pepinos, el tiempo del VPI, sea apurado o relajado, está por encima de cualquier otra cosa, incluso de su propia seguridad y la de los suyos.

Así ocurre en la calle cuando un conductor te cornetea desaforado para que te apures y luego, cuando se pone a hablar por el celular, circula a 10 Km/h zigzagueando y sin importar el retraso que produce o con aquellos “comeluces” que irrespetan cuanta luz roja se les atraviesa y sin embargo, ante un semáforo dañado, son los primeros en defender su luz verde e insultar a los que se “comen” la luz roja fija de la otra vía. Peor aún los que vienen comiéndose una flecha y regañan a quienes lo regañan por su burrada, casos que mencioné antes aquí.

El VPI es un ser totalmente relativo en todas sus acciones y percepciones y por lo tanto también en sus argumentaciones.

Gente impuntual, país impuntual

Hace poco fui a presentar un documento a una comisión de contrataciones de PDVSA. Me habían citado para las 7:20 am pero, como uno de sus miembros no llegaba, me recibieron fue a las 9 am, sin ninguna explicación de por medio. Eso es muy frecuente, lamentablemente, y por supuesto que no importan los gastos de traslado y hotel que implica movilizarse desde Caracas para estar en cualquier ciudad del interior a las 7 am ni tampoco el hambre mayúscula que tuve que pasar por no tener ni chance de desayunar para poder estar frente al puerta de dicha comisión a la hora pautada.

Y es que si ellos se atrasan no pasa mayor cosa pero si uno llega tarde entonces quedas fuera de la contratación, se desprestigia tu empresa, se tiene que reiniciar el proceso, etcétera. Pero lo fundamental es que entonces quien sale perdiendo es uno y no “la comisión”.

Sucede igual con las aerolíneas, como todos sabemos, si no llegas la una, dos o tres horas antes para hacer el chequeo pues toman tu reservación y se limpian el mostrador para pasárselo a otro pasajero… pero si el avión se atrasa una, dos o tres horas pues a usted no le queda de otra que aguantarse. A lo sumo te dan un ticket luego de tener que formar un largo zaperoco para eso. Te lo entregan con cara de que eres un muerto de hambre y su valor suele ser la centésima parte de todo lo que pierdes por no salir en tu vuelo a tiempo. Pero no importa: la gente no va a dejar de usar la aerolínea por eso, no hay alternativa.

Un país de gente impuntual es un país impuntual.  Los VPI, obviamente, son practicantes furibundos de la impuntualidad, su tiempo es el que importa y los demás pues que se esperen. Así en todo nivel en toda estructura en nuestra sociedad.

Los bancos te hacen esperar el tiempo que les dé la gana, las oficinas de atención al público o al proveedor en general, sean públicas o privadas, se complacen de verte formando filas de madrugados para lograr hacer la diligencia tres horas después de lo que te tocaba. El tipo que va a arreglarte la nevera en tu casa para ganarse en directo los reales que le vas a pagar pues dice que llega a las 8 am y termina apareciendo a golpe de 2 pm sin apuro y sin protesto.

La impuntualidad se transmite también como un virus hacia las decisiones, hacia las acciones, hacia los trabajos de mantenimiento, hacia al quehacer total de un país.

Gente impuntual, país impuntual, sin ninguna duda y, una vez más, la solución está en nuestras manos…

… y en nuestros relojes.

Los VPI y sus hijos: otro ejemplo

Con frecuencia encontramos gente en la calle sorprendida por los niveles de violencia, anarquía y suciedad que hay en la ciudad. Muchas personas culpan al presidente de turno, al gobierno, a los fiscales, a los extranjeros, a la televisión, al alcohol y a un largo etcétera de culpables en segundas o terceras personas, pero rara vez encontramos gene asumiendo su propio altísimo grado de responsabilidad en las patologías conductuales que cotidianamente sufrimos todos.

La principal escuela del VPI son sus propios padres y madres. El mal ejemplo de papá y mamá se transmite directamente y sin interferencias a sus hijos: si actúan como VPI los mayores también lo harán los niños. Lo he comentado en esta misma página varias veces y hoy traigo el ejemplo más reciente apoyándome en dos fotos.

En la primera imagen vemos a un conjunto de señoras cruzando frente a la Policlínica Metropolitana en Caracas justo por donde no hay rayado peatonal. El detalle en primer lugar es que se expongan a ser molidas por cualquiera de los carros que pasan constantemente por allí a altas velocidades (como la camioneta vinotinto cuya punta se ve a mano derecha e iba a millón) ya que el cruce está hecho para que siempre pasen carros por eso por allí no hay rayado peatonal. Lo peor del asunto es realizar ese cruce inconsciente y absurdo llevando de la mano a un niño, presumiblemente el hijo de una de ellas, quien está aprendiendo exactamente lo peor que se puede hacer al cruzar las calles de la ciudad.

En esta segunda imagen se señala con un círculo rojo el sitio por donde cruzaron (y cruzan) las señoras de este ejemplo y cruza también muchísima gente todos los días. Con las flechas verdes se indican los dos rayados peatonales, protegidos por semáforos, por donde estas señoras podrían haber cruzado con tan sólo caminar unos metros más evitando todo peligro.

Esos pocos metros son la diferencia entre arriesgarse a morir o quedar lesionado de por vida. Esos pocos metros también son la diferencia entre un potencial VPI todavía niño y un futuro adulto con una sana conducta ciudadana que multiplique el buen ejemplo.

Todo está en nuestras manos… y en nuestros pies.

Irse del país

Mi hermano se va del país. Es el segundo de tres hermanos. Yo soy el menor.

He pensado montones de veces también irme del país, pero no por Chávez o por el presidente que estaba antes o por el que vendrá después. Pensar que el país está mal por el actual presidente y que si él se va esto se va a arreglar es una necedad mayúscula. El país es culpa de todos y su arreglo es responsabilidad de todos. Lo malo es que prácticamente nadie asume esa responsabilidad ni siquiera en sus pequeños espacios personales y la gran mayoría prefiere culpar al otro y de paso insultarlo y si es posible agredirlo.

He pensado irme por esas razones que he descrito una y mil veces en este blog. De hecho esta bitácora nació para narrar las razones por las cuales me iría eventualmente del país si pudiera. Con mayor razón ahora que tengo un hijo al cual quisiera ofrecerle aunque sea la posibilidad de vivir en un ambiente donde se respete y se haga respetar la ley, donde haya mayor seguridad personal y donde por fajarse a estudiar y a trabajar honradamente él pueda efectivamente tener posibilidades reales de ser recompensado con mejor nivel de vida, tranquilidad y estabilidad.

Amo a mi país, sé que no hay otro mejor en el mundo.  Este clima, estos paisajes, esta música, incluso la parte buena de nuestra gente es superior a la de cualquier otra gente del mundo. Nuestra calidez, nuestra solidaridad, nuestras sonrisas, nuestros chistes, nuestra idiosincrasia, nuestra inteligencia y nuestra mística, cuando se hacen presentes, son lo mejor del planeta. No me cabe duda.

Pero la incultura se impone cada vez más. La intolerancia. El irrespeto. Son cada vez más numerosos los VPI entre nosotros, y no por ninguna política o mensaje del gobierno actual. No. Se trata de un proceso constante de degradación socioeconómica y cultural que ni la izquierda ni la derecha han sabido revertir nunca en nuestro país. Por el contrario, las acciones de todos los lados políticos, empresariales y mediáticos más bien profundizan dicho proceso año tras año. La agresión, la necesidad enfermiza de demostrar a toda costa que se es un arrecho o una arrecha por encima de los demás, son pan amargo nuestro de cada día.

Hoy de nuevo tropecé con absurdos conductores comiéndose flechas y luces, motorizados agrediendo, autobuses contaminando el ambiente con sus cornetas, vecinos maleducados, desidia en la oficina, fumadores en las escaleras del edificio o caminando por la calle, policías y fiscales de tránsito haciéndose la vista gorda, basura y cagarrutas de perros en las aceras lanzadas por los mismos que se quejan del sucio, ruidosos por gusto y un larguísimo etcétera que todos los que vivimos aquí, en Venezuela, conocemos bien. Eso sin contar los infractores que además cometen otros delitos peores responsables de nuestros niveles de zozobra personal día a día.

Otros países del mundo sufren también de estos males, en mayor o menor medida e incluso muchos tienen males peores, inéditos para nosotros. Pero por desconocerlos y por el ahogo en el cual nos vemos sumergidos con tanta frecuencia, somos capaces de sufrir un poco de discriminación, de perder un poco de aire puro o un poco de trópico, sólo por conocer la tranquilidad al caminar de madrugada por una calle o sólo por sentir la convicción de que el sistema funciona y la ley se cumple y es igual para todos, al menos bastante igual.

Sólo por la esperanza de dejar nuestros niños en un mundo que ya es mejor DE UNA VEZ y no que “será mejor algún día” según lo que prometa el político de turno.

Los VPI y el celular en el carro

Seamos claros, si los VPI se niegan a utilizar cinturón de seguridad porque: les fastidia, les da calor, “se les olvida”, no les da la gana y por lo tanto ni piensan en lo que les puede pasar cuando choquen, mucho menos dejarán de utilizar su teléfono móvil o celular (¡ni pensarlo!) para: trabajar, hablar con la novia o esposa o amante, lucir el blackberry último modelo que se gastan, etcétera.

No les entra en su razonamiento de arrechos los peligros que implica el uso del celular al manejar, desde chocar pendeja y casi siempre mortalmente por quitar un segundo la vista del camino (y además por no usar cinturón de seguridad) hasta verse atracado, encañonado y con mucha frecuencia hasta abofeteado por los ladrones que siempre andan rondando a esos conductores que gustan de estar “comunicados mientras ruedan” hablando o por mensajito.

Ahora bien, en Caracas, tal como se lee en este artículo, las autoridades de ALGUNOS de sus municipios consideran que entonces el uso del celular al manejar debe multarse ya que es la única manera de forzar que esta gente inconsciente desista de esa práctica. La premisa es “como tú espontáneamente eres incapaz de asumir una actitud responsable sobre tu vida, tus bienes y la vida y los bienes de los demás (es decir eres un VPI por todo el cañón) entonces lamentablemente tendré que recurrir al castigo”…y vienen entonces las quejas y las excusas típicas de los VPI aún cuando la norma tiene casi diez años sin ser cumplida por nadie. El pretexto más utilizado por tradición es “yo no sabía

Por otra parte lo que quizá es más grave es el hecho de que las diferencias políticas haga que las decisiones que tomen unos alcaldes para beneficiar o proteger a la población, sean vistas por los otros como nulas o negativas por el simple hecho de pertenecer a toldas políticas diferentes. ¿Eso quiere decir que para las otras alcaldías de Caracas no es importante preservar la vida y la seguridad de los ciudadanos?

Ese es un punto importante a tomar en cuenta pues si lo que dicta el más elemental sentido común, la lógica, el instinto de supervivencia, es subordinado a un color partidista entonces el día de mañana si un político critica el asesinato el otro dirá que matar gente es chévere…y ahí si es verdad que estaremos (si es que ya no estamos) muy mal.

Preguntas subversivas para una ciudad VPI

¿Cuántos decibeles tiene el cornetazo de una camionetita o buseta por puesto? ¿Acaso ese nivel de contaminación sonora no está regulado? ¿Cuál es la necesidad de que un cornetazo de una buseta se escuche a 10 cuadras de distancia?

¿Cuál es la multa por utilizar el hombrillo en los corredores viales? ¿Por qué no colocar conos o cilindros que eviten su uso indiscriminado para “saltar las colas”?… y quien tumbe un cono por gusto pues va preso.

¿Por qué se siguen permitiendo motorizados en la autopista si todos los días mueren o se lesionan al menos tres de ellos por esa vía?

¿Por qué se permite la existencia de moto-taxis sabiendo que son una aberración vehicular ya que para ello se utilizan vehículos diseñados solamente para una sola persona y su maniobrabilidad se compromete peligrosamente al montar una o dos personas más?

¿Por que uno no puede a su vez regañar o multar a los fiscales de tránsito o policías cuando estos son los que se comen una flecha o un semáforo o se hacen la vista gorda con otros infractores sobre todo cuando estos son motorizados?

¿Por qué quienes conducen Metrobuses, Autobuses, Gandolas, Camiones o Camionetas sufren del “síndrome del carro grande” y le quieren pasar por encima a todo el mundo?

¿Por qué quienes conducen Corsas, Volkswagen, Renault, Palios, motos, etc. sufren del “síndrome del carro pequeño” y pretenden meterse por todas partes, incluyendo aceras, para avanzar más rápido?

¿Por qué no se realizan permanentemente y en toda la ciudad operativos viales al estilo “Pico y placa” para paliar aunque sea un poco las enormes congestiones de tránsito de todos los días?

¿Por qué no se realizan permanentemente operativos viales para medir los niveles de alcohol de los conductores o aumentar la seguridad sobre todo en los puntos álgidos de la ciudad que todos, TODOS, sabemos cuales son?

¿Por qué a quien se detiene cometiendo cualquier tipo de infracción de tránsito simplemente en vez de cobrarle una multa no se le castiga con “tiempo de inmovilidad” (de dos a cuatro horas retenido viendo videos instructivos) o retirándole la licencia de conducir por un mes, 6 meses o permanentemente según el delito?

Si el problema son los carros ¿Por qué no se prohíben los carros?

Carros vs Peatones

PeatonesCarros

En estos días escuchando la radio tenían en un programa como invitado al Sr. Franklin Pérez Colina, director del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre de Venezuela. 

Durante su intervención comentó sobre distintos temas pero en su mensaje final dijo textualmente “exijo a los motorizados que respeten a los conductores pero también a los conductores que respeten a los motorizados…ah y que los peatones respeten a los carros, porque tu ves algunos que se lanzan y bueno…libre Dios que un carro toque a alguno de ellos…”

En ese mensaje final faltó el llamado a los conductores para respetar a los peatones. Al fin y al cabo un peatón difícilmente de un empujón pueda hacerle daño a un carro…pero un automóvil PUEDE lesionar y hasta quitarle la vida a un peatón.

Hay dos lecturas allí, por supuesto que los peatones VPI abusan y actúan con inconsciencia cruzando por lugares indebidos y atravesándose con demasiada frecuencia lo cual retrasa o corta el flujo vehicular en muchas partes. Eso lo he comentado también anteriormente, sin embargo, el hecho de que la persona que esté al frente de un Instituto de Tránsito considere que los carros están por encima de los peatones es alarmante, pues la cosa por salud pública, por normas elementales y hasta por sentido común debe ser EXACTAMENTE AL REVÉS.

El peatón debe cumplir sus normas y leyes pero indudablemente DEBE tener preferencia en cualquier cruce o paso vehicular por el cual le toque transitar. Quizá uno no piensa mucho en eso hasta que se encuentra con un autobús de dos pisos lanzándosele encima a toda velocidad en un paso peatonal sin semáforo. ¿Les ha pasado?

La frágil vida humana no debería considerarse nunca en segundo lugar por debajo del derecho a paso de un automóvil de cualquier tipo